"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


miércoles, 24 de septiembre de 2014

SOUS LE CIEL DE PARIS

Aeropuerto Charles de Gaulle, aquí estoy. He arribado a la emblemática y soñada ciudad de Paris. Ahora, a  caminar en busca de inmigración y aduanas en este inmenso aeropuerto, siguiendo a la mayoría como si todos supieran hacia dónde ir. Algunos están más despistados que yo, pero al fin, preguntando, hallamos las vías de traslados hasta el siguiente punto.

 Nadie me espera, de modo que, o sigo las instrucciones para tomar transporte público, o me doy el lujo de pagar un taxi. Segunda opción, pues no soy tan aventurera y  solo tengo la dirección de un hotel y un mapa que marca dos puntos: la estación del subway en Gare del Est y, desde allí,  para llegar caminando, la señalización de  la ubicación del pequeño Soft Hotel.

La temperatura es muy fría para mí, pero mi abrigo de alpaca me mantiene cuidada. Abordo un taxi y el chofer (François)  es muy conversador en perfecto inglés, lo cual, me dio tranquilidad. Resulta que François había venido de vacaciones una vez a Samaná, y dijo haber disfrutado mucho su visita a mi país.  

En 35 minutos, estoy en la puerta del hotel. Una diminuta recepción y  una estrechita área  para restaurant  con pequeñitas mesas, me empieza a dar la idea de que nada allí será espacioso. Efectivamente, no solo el hotel sino cada lugar que me tocó visitar en esos pocos días demostraron una cultura parisina de reducción de tamaño.
Me esperaba una agenda de trabajo muy intensa y no había seguridad de que hubiera algún anfitrión disponible para ayudarnos a aprovechar la visita para conocer algo de la ciudad. Así, que apenas solté la maleta en la habitación y decidí aprovechar las horas que había ganado en el camino:  salí a la aventura de llegar, como fuere, hasta el único lugar que no estaba dispuesta a perderme de visitar: La torre Eiffel.

Encontré una cómplice: Marianne, colega del proyecto que procedía de Filipinas, tan desubicada como yo por primera vez en Paris, decidió acompañarme; compramos tickets para el metro, nos subimos, preguntamos, bajamos, subimos, nos devolvimos cuando nos pasamos, hasta que , al salir del subterráneo, empezamos a caminar en círculos tratando de ubicar el monumento, por un momento, creímos habernos equivocado, pero unos minutos más tarde, apareció ante nuestros ojos el objeto de nuestra aventura y saltamos de alegría.  ¡Ya! Llegué! 


Lo sé, hay mucho más que hacer en esta magnífica ciudad, pero yo, con llegar a  la torre me sentí más que realizada, bajo el cielo de Paris. 

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