Vivo citando a Jesús
cuando dijo que la mies es mucha y los obreros pocos, usualmente cuando me
piden algo adicional de trabajo, aun estando abrumada con las tareas a mi
cargo. Pero, la realidad es que la visión y misión de Jesús deben ser también
las nuestras. En Mateo 9:35–38 vemos a Jesús recorriendo ciudades y aldeas,
enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino y sanando toda
enfermedad y dolencia. No se limitaba a lo espiritual, también atendía las
necesidades físicas. Su ministerio era integral.
Lo
que Jesús hacía nos muestra el corazón de Dios: un corazón que enseña con
propósito, que proclama con verdad, y que sana con compasión. Su enseñanza
tenía contenido. En un tiempo donde la iglesia muchas veces se enfoca en
formas, es necesario recordar que la enseñanza bíblica es esencial. Cada
creyente es un teólogo en formación. Cuando falta enseñanza, la iglesia se
debilita, se desvía, y pierde su fundamento en la Palabra.
Jesús
también veía. Observaba las multitudes como ovejas sin pastor, desorientadas y
vulnerables. Eso despertaba en Él compasión. Y sí, Dios tiene compasión. Jesús,
siendo plenamente Dios y plenamente humano, la expresó con actos concretos. El
Espíritu Santo, que mora en nosotros, quiere formar esa misma compasión en
nuestros corazones.
Finalmente,
Jesús involucró a sus discípulos. No solo les mostró la necesidad, sino que los
llamó a actuar. La mies es mucha, pero los obreros son pocos. Las oportunidades
son abundantes, pero requieren disposición y oración. Jesús no pide que lo
hagamos todo, pero sí que oremos, y estemos listos para responder.
Hoy,
la misión sigue viva. La necesidad es real. La compasión de Dios no ha
cambiado. ¿Estás dispuesto a ver, sentir y actuar como Jesús?
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