La lucha por
la paz, la concordia y la unidad de los
pueblos y naciones en el mundo, tiene que seguir. Los comprometidos de fe
y práctica cristiana, así como las
personas de buena voluntad, están en el deber de tomar en cuenta lo que San
Pablo escribió en Efesios 1:10b: “Dios va a unir bajo el mando de Cristo todas
las cosas, tanto en el cielo como en la tierra”. Este concepto fue acuñado por
Pierre Teilhard de Chardin (S.J.) para describir el “punto omega”; o sea, lo más alto de la evolución de la conciencia;
aunque el biólogo/teólogo, no insinuó que sería bajo el mando de Jesús el Cristo.
Hay motivos
para ponderar en estos conceptos ahora y siempre, especialmente cuando oímos de
luchas, diatriba, violencia y amenazas de guerra.
Desde los albores
de la historia, los seres humanos han intentado vivir en sociedad. Se hacen
esfuerzos por lograr la convivencia fraternal, la cooperación y el respeto a la
dignidad humana; mas continuamente hay contradicciones, provocaciones, e intentos de beligerancias
entre pueblos y naciones.
La gente lucha
por liberarse de todo peligro, violencia, opresión y degradación. Los siglos
pasan, mas, no decae la esperanza de un mundo que viva en paz y concordia.
A veces nos
sentimos frustrados, acongojados y perplejos por el estado de miseria, por la
falta de justicia, por el ímpetu irracional de los ambiciosos y la inmoralidad
de algunos irrespetuosos, maliciosos o corruptos.
De tiempo en
tiempo se turban nuestros espíritus y se afligen nuestros corazones por
problemas familiares, comunitarios, las diatribas verbales las pugnas sociales,
la incomprensión de las naciones, y las amenazas de guerra; pero, la esperanza de un mundo mejor se
mantiene.
Por otro lado,
los gemidos de los hambrientos, el dolor de los enfermos, las quejas de los
descorazonados, la ignorancia de los analfabetos, los gritos de los explotados
golpean constantemente la sensibilidad de los cristianos comprometidos, y
muchos se inquietan; sin embargo, todos
los hombres y mujeres de conciencia moral, están llamados a mantener viva y
constante su fe inquebrantable y su firme decisión de hacer viable un mundo
mejor.
En este tiempo
hay incontables seres humanos que piensan, hablan y luchan en búsqueda de armonía,
solidaridad, paz, libertad, mejoramiento social, estabilidad política y
predominio de la justicia. Se debe dar muestra del vivo anhelo que se tiene por estar
en paz, a fin de disfrutar en climas
apacibles, deleitarse de los frutos que Dios ha dado en esta tierra; pues, queremos gozar
de plena libertad, pero con disciplina.
Debemos
mantener inquebrantable nuestra fe y esperanza de mejorar nuestro bienestar
social y disfrutar de tranquilidad espiritual, ya que anhelamos mantener la
esperanzEa de propiciar siempre la concordia, fomentar la fraternidad y la
cooperación de todos los que habitamos este mundo globalizado.
Los errores
del pasado y la incertidumbre del futuro no deben ser motivo para aumentar
nuestra ansiedad, ni quebrantar nuestra fe, o debilitar nuestra fuerza para
amar y dar de nuestros talentos, tesoro, tiempo y trabajo para engrandecer
nuestra patria.
Ahora más que
nunca, debemos levantar las cabezas, aclarar las mentes, ordenar los
pensamientos, purificar los corazones, minimizar las ambiciones, olvidar los
rencores y encaminarnos con rectitud; porque éstas son nuestras obligaciones
cristianas y nuestros deberes ciudadanos como personas responsables en la lucha
por mejorar nuestras sociedades.
Estamos
llamados a pensar, hablar y actuar de tal modo, que todo lo que hagamos sea
reflejo de nuestro amor patrio, de nuestra convicción y testimonio cristiano.
Con nuestra forma de ser aportaremos positivamente para que nuestros pueblos sean
espiritualmente fuertes, materialmente desarrollados, moralmente limpios,
económicamente estables, físicamente sanos, gozando siempre de seguridad social
y libertad.
La
sensibilidad de la conciencia humana es fruto de la fe, es respuesta a las convicciones, y de las compasivas voluntades;
por tanto, todo pensamiento, conversación y acción, debe servir para dar
cumplimiento positivo al bienestar social, y ser reflejo del sincero compromiso por la
lucha en todo el mundo, para que reine la paz, la concordia, la justicia social
y la determinación de avanzar hacia el “punto omega”, colaborando con el
continuo desarrollo de los
hombres y mujeres, para el bien común.
Por Telésforo
Isaac
Obispo Emérito
Iglesia Episcopal/Anglicana