"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


miércoles, 2 de octubre de 2013

DEL ALCOHOL Y LA LIBERTAD



Por populares que sean los personajes de humor que hacen de borrachitos, y los miles de chistes de borrachos que se cuentan, para mí el alcoholismo no es nada gracioso. Veo cómo florece ante la indiferencia, la ligereza y la indulgencia de muchos.

A propósito,  debo mencionar que viví  una situación embarazosa con una persona  a quien, por circunstancias que no vienen al caso, tuve que acompañar  a visitar a otros amigos suyos que yo no conocía.  Resulta que estábamos en otra ciudad y él los había contactado para avisarles que estaríamos allá. Ellos lo invitaron a almorzar y a mí de paso. A los pocos minutos de llegar veo que las bebidas empiezan a fluir por la sala e insistían en ofrecerme.  Ante mi reiterada negativa, la persona con quien yo andaba, dijo a voz en cuello y entre risas:  “¡Ah! Lo que pasa es que ella es evangélica, de los evangélicos que no beben”  y a partir de ahí ese fue el tema de sobremesa (entre ellos, pues estaba yo  en silencio, intentando mantener la ecuanimidad en un ambiente incómodo en el que yo no elegí estar)  “¿Qué tiene de malo que un evangélico beba?” 

 Fui en cierta forma, víctima de  “bullying”.  Hasta que, el propio anfitrión,  me lanzó  la pregunta directamente,  ¿Y si usted es libre en Cristo porque no es libre de beberse  su copita y su cervecita?  Sus palabras fueron como una ráfaga de impertinencia, y pedí a Dios de su gracia para contestarle sin ofender.
Con una leve sonrisa estilo Monalisa, respondí: “Si,  soy libre, Cristo me hace libre, y en mi libertad  elijo no beber, yo respeto la elección de ustedes, supongo que ustedes pueden  respetar la mía ¿verdad? Silencio… cambio de tema…

Creo que Dios me dio en ese momento, una victoria, pues a la hora de sentarnos a la mesa para comer, la actitud de todos hacia mi ya era otra, me pidieron que diera gracias por los alimentos e  incluso se interesaron en saber de mi persona y  lo que yo hacía y siento mostraron genuino interés. 

No le pido a nadie que elija como yo, no me considero radical en el tema, pero confieso que se me hace difícil desligar el alcohol del alcoholismo y de sus múltiples efectos perjudiciales. El alcoholismo reduce a la persona a un estado deplorable. Es una pena como alguien que en su juicio cabal es un ser humano valioso, competente y decente,  bajo los efectos del alcohol se transforma en un adefesio, a veces en un monstruo que lastima a sus seres queridos, que perjudica su carrera profesional, que pone en riesgo su vida y la de terceros cuando toma un volante, o que es una amenaza cuando se torna violento y conflictivo.
Y al día siguiente de una de esas jornadas en que la persona trasfunde su sangre por alcohol, tienes un enfermo desvalido, necesitado de ayuda familiar para lidiar con la resaca, tienes un empleado ausente,  y un individuo con amnesia que no tiene idea de las barbaridades que hizo, a quienes ofendió, con quien se peleó, o dónde quedó el dinero que llevaba, y con que debía enfrentar los compromisos del hogar. 

Por eso, creo que el alcoholismo es una maldición, y comienza, con un trago, y luego otro, y luego otro, hoy, mañana, pasado mañana… No se dónde va quedando el dominio propio,  hasta que no hay vuelta atrás. A  eso ¿se le puede llamar libertad?