"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


lunes, 13 de julio de 2020

CITA CON EL CARDIOLOGO


Imagen de Raman Oza / Pixabay 

Cuando fui invitada a impartir una conferencia para mujeres bajo el tema: “La Medicina y tratamiento para un corazón enfermo”, pensé que en realidad correspondía invitar a un médico cardiólogo.  Los especialistas en  enfermedades del corazón han logrado avances asombrosos para resolver problemas cardíacos o al menos mitigarlos y darles a los pacientes una mejor calidad de vida: Cateterismos, marcapasos, trasplantes y mucho más. 

Mientras reflexionaba, mi mente recorrió memorias diversas de la lucha familiar que mantuvimos por la insuficiencia cardíaca que padeció mi padre… muchas consultas, emergencias, medicamentos, estudios, momentos de tensión y de esperanza… hasta aquel día en que su corazón sencillamente se fue apagando hasta dejar de latir.

Pero mi desafío era aún mayor, debía presentar la medicina para el corazón no físico, sino espiritual que se describe  en la Biblia.  El corazón es  el centro de la vida  espiritual y mental. Se refiere a la vida interna del individuo, que incluye pensamientos, sentimientos y voluntad. Cuando hablamos de motivos, afectos, deseos, carácter y principios, hablamos del corazón. Allí se determina si la persona hace el bien o el mal. Es un corazón  intangible, no podemos localizarlo físicamente, por más que lo asociemos con el órgano físico, también tiene implicaciones de la mente y con las entrañas.

¿Cuál es entonces el instrumento eficaz para reparar el corazón humano? ¿Qué tal la Palabra de Dios,  como expresa el autor del libro de Hebreos?  Se asemeja a un  filoso  bisturí  que puede penetrar y cortar el alma y espíritu.

¿Has entregado a Dios tu corazón para permitir que, con su poderosa herramienta de sanidad trabaje en lo más íntimo de tu ser? Al abrir las Escrituras de Dios, al escuchar el mensaje predicado, ¿Por qué no pedir la ayuda del Espíritu Santo para   comprender y poner en práctica lo que  nos enseña? ¡Ofrezcamos nuestros corazones al Gran Médico-Cardiólogo divino!.