"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


miércoles, 15 de octubre de 2014

¿DE QUE ESPIRITU SOY?

En la vía de acceso a una plaza de la ciudad, un conductor mantenía su vehículo detenido, como esperando por alguien impidiendo la circulación.  Yo caí justo detrás de él  y mi primera acción fue esperar a que aquel chofer notara por si mismo que obstruía el tránsito y se moviera. No lo hizo. Entonces le toqué bocina, pero no hizo caso. En eso, siento un fuerte impacto a mi auto  y es que, otro conductor justo detrás de mí, en un destartalado vehículo de transporte público,  decidió mostrar su impaciencia embistiéndome. Lo vi reírse de su acción por el retrovisor. Me bajo de mi auto, y me aproximo a preguntar por qué me hizo eso, si es que no ve que el  carro de adelante no quiere o no puede  moverse. Me dijo que chocara yo al otro a ver si se movía.

Mi hermano, que me acompañaba en ese momento, también bajó del auto y se fue a reclamar al de delante que se moviera, apenas vi que el chofer de delante se bajó del auto con actitud agresiva, tuve que insistirle a voces a mi hermano que regresara al auto, para evitar que aquello se convirtiera en una riña, que podría terminar muy, muy mal. No apareció seguridad de la plaza en ningún momento.

Logré que mi hermano regresara al auto, y le rogué que se calmara, que aquellos señores podrían estar ebrios, drogados y/o armados.  Allí, en medio de dos bestias al volante, saboreamos el trago amargo de la indignación y el agravio sufrido, hasta que el chofer delante, que llevaba una mujer y unos niños consigo, finalmente circuló.

Me considero un alma de Dios que llega hasta el colmo de la decencia, pero en  mi  humano corazón agraviado, por horas estuve pensando hasta en pronunciar maldición sobre esos señores. Pero la Palabra de Dios, viva y eficaz me recordó la escena en que los discípulos solicitaron permiso a Jesús para pedir que descendiera fuego del cielo y consumiera a una ciudad hostil al evangelio. Jesús les responde diciéndoles “Ustedes saben de qué espíritu son”.  Y me dije: Georgina, ¿De qué espíritu eres? (El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, bondad, benignidad, fe, mansedumbre y templanza). Lloré pidiendo al Señor nunca olvidar de qué espíritu soy y nunca olvidar que estoy aquí para opacar las tinieblas con su luz. Prediqué hace poco sobre la mujer radiante que resplandece en medio de una generación torcida y perversa y entendí que en circunstancias como esta es que nuestras enseñanzas deben ser aplicadas.

Pero… aun así, necesitamos hacer algo con el tema del tránsito…

GENERACION PERDIDA

Un oyente llamó a un programa de radio en el que se hablaba de cómo enfrentar el complicado problema del tránsito en República Dominicana. En su opinión expresó tener muy poca esperanza de que haya una solución a corto plazo y que apenas se podría empezar a trabajar con la próxima generación porque la nuestra está “PERDIDA”.

El calificativo de “generación perdida” me sonó pesimista, pero también realista, y pensé que el tránsito es solo un síntoma de muchos otros males en los que parece que hemos perdido la batalla.  ¿Será cierto que no somos capaces, una vez adultos y mal habituados a actuar de forma impropia, de reeducarnos para mejorar nuestra calidad de vida, ser mejores ciudadanos, mejores cónyuges y padres, mejores empleados, en resumidas cuentas, mejores personas?

Entiendo el sentir de quienes consideran que todo está perdido, pero me resisto a aceptarlo. Aunque a veces la frustración me invada, prefiero insistir en que intentemos ganar terreno en pos de crear conciencia  por todos los medios posibles, en las distintas causas que hace falta defender, proclamar, enseñar y preservar.

martes, 14 de octubre de 2014

CONTRASENTIDO ENTRE IDENTIDAD Y PERTENENCIA


Por Telésforo Isaac

La identidad de todos los seres humanos, es primordialmente con Dios el Creador; pues,  todos somos parte integral en este mundo,  y habitamos de esta frágil tierra, nuestro hogar insular, y      pertenecemos a este planeta.

No debemos permitir que la soberbia, la iniquidad y la intolerancia, sean motivos de contradicciones  entre la identidad y la pertenencia del hombre y la mujer, sin importar su origen, etnia o trasfondo social; “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra lo creó”. Génesis 1:27. (Biblia de Jerusalén, Latinoamericana). 

Reiteradamente la gente del pueblo tiene discrepancias o contrariedades en la percepción y consideración entre lo que es y debe ser entendido como identidad y pertenencia de una persona o grupo en el mundo. Una y otra vez encontramos aspectos de contrasentidos entre la identidad del ser humano y su pertenencia a la sociedad. Esto sucede casi siempre con los migrantes de distintas nacionalidades de individuos o grupos que tienen rasgos característicos determinados por el origen étnico, cultural, religioso, o nivel socio-económico.

La diferencia entre identidad y permanencia es debido a consideraciones arriba señaladas, y pueden ser motivo de desprecio, prejuicio, marginación, inequidad, enojo e intolerancia. Cuando el individuo o grupo percibe que hay rechazo simulado o real, tiende a sentir inseguridad. Muchas veces,  esto conlleva aislamiento o segregación voluntaria o involuntaria, inadecuada aceptación, resentimiento, odio, inestabilidad emocional, complejo de inferioridad, discriminación, y agresión solapada o de manera real. Se conculcan los derechos humanos, no se deja vivir en pie de igualdad; más bien, habrá una relación de coexistencia entre desiguales.
En toda la historia de la humanidad,  hay recuentos de ejemplos de pueblos y grupos que demuestran presunciones a otros  de: vanidad, desprestigio, soberbia, sub-estimaciones, e intolerancia. Los faraones subyugaron al pueblo de Israel. Los europeos compraron y esclavizaron a negros del África. Los conquistadores explotaron y  diezmaron los aborígenes del llamado Nuevo Mundo. 

Las crónicas de la esclavitud, el feudalismo de la Edad Media, la explotación sin misericordia de mujeres y niños, la servidumbre mal pagada,  y el obrero migrante explotado, son vestigios intolerables que el mundo no debe permitir a esta altura de la civilización de la humanidad. Tener valores y reaccionar adecuadamente a las normas ético-morales, son factores que hacen encajar al ser humano,  plena y justamente en la sociedad; esto le da sentido de identidad y de pertenencia.


Saber que uno es aceptado y tratado con equidad y sensibilidad, le da sentido de identidad como criatura idónea y digna. Así se establece la condición inherente de pertenencia a la colectividad de la raza humana como seres creados a imagen y semejanza de Dios, y confiados de ver mejoramiento en todos los pueblos y naciones del mundo. Hay que predicar y luchar para que esto sea una positiva realidad; en verdad, los practicantes de la fe y la práctica cristiana, deben estar a la vanguardia de esta aptitud.