Por Telésforo Isaac
La identidad de todos los seres
humanos, es primordialmente con Dios el Creador; pues, todos somos parte integral en este
mundo, y habitamos de esta frágil
tierra, nuestro hogar insular, y
pertenecemos a este planeta.
No debemos permitir que la soberbia,
la iniquidad y la intolerancia, sean motivos de contradicciones entre la identidad y la pertenencia del
hombre y la mujer, sin importar su origen, etnia o trasfondo social; “Creó,
pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y
hembra lo creó”. Génesis 1:27. (Biblia de Jerusalén, Latinoamericana).
Reiteradamente la gente del
pueblo tiene discrepancias o contrariedades en la percepción y consideración
entre lo que es y debe ser entendido como identidad y pertenencia de una persona
o grupo en el mundo. Una y otra vez encontramos aspectos de contrasentidos
entre la identidad del ser humano y su pertenencia a la sociedad. Esto sucede
casi siempre con los migrantes de distintas nacionalidades de individuos o
grupos que tienen rasgos característicos determinados por el origen étnico,
cultural, religioso, o nivel socio-económico.
La diferencia entre identidad y
permanencia es debido a consideraciones arriba señaladas, y pueden ser motivo
de desprecio, prejuicio, marginación, inequidad, enojo e intolerancia. Cuando
el individuo o grupo percibe que hay rechazo simulado o real, tiende a sentir
inseguridad. Muchas veces, esto conlleva
aislamiento o segregación voluntaria o involuntaria, inadecuada aceptación,
resentimiento, odio, inestabilidad emocional, complejo de inferioridad,
discriminación, y agresión solapada o de manera real. Se conculcan los derechos
humanos, no se deja vivir en pie de igualdad; más bien, habrá una relación de
coexistencia entre desiguales.
En toda la historia de la
humanidad, hay recuentos de ejemplos de
pueblos y grupos que demuestran presunciones a otros de: vanidad, desprestigio, soberbia,
sub-estimaciones, e intolerancia. Los faraones subyugaron al pueblo de Israel.
Los europeos compraron y esclavizaron a negros del África. Los conquistadores
explotaron y diezmaron los aborígenes
del llamado Nuevo Mundo.
Las crónicas de la esclavitud, el
feudalismo de la Edad Media, la explotación sin misericordia de mujeres y
niños, la servidumbre mal pagada, y el
obrero migrante explotado, son vestigios intolerables que el mundo no debe
permitir a esta altura de la civilización de la humanidad. Tener valores y
reaccionar adecuadamente a las normas ético-morales, son factores que hacen
encajar al ser humano, plena y justamente
en la sociedad; esto le da sentido de identidad y de pertenencia.
Saber que uno es aceptado y
tratado con equidad y sensibilidad, le da sentido de identidad como criatura
idónea y digna. Así se establece la condición inherente de pertenencia a la colectividad
de la raza humana como seres creados a imagen y semejanza de Dios, y confiados
de ver mejoramiento en todos los pueblos y naciones del mundo. Hay que predicar
y luchar para que esto sea una positiva realidad; en verdad, los practicantes
de la fe y la práctica cristiana, deben estar a la vanguardia de esta aptitud.
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