La familia es uno de esos temas de los que
nunca se termina de hablar, porque es una institución viva y dinámica; es como
una empresa que tiene un punto de origen y va evolucionando, creciendo o
menguando, prosperando o llegando a la bancarrota, con triunfos y reveses, alegrías
y penas.
Una de las profesiones que más demanda de
servicios está teniendo actualmente es la de los consejeros o terapeutas
matrimoniales y familiares. Y eso es bueno, debería ser preocupante, pero en
realidad es bueno, porque significa que hay mucha gente que ha entendido que no
pueden solos con los problemas de su familia, que quieren salvar su hogar y que
prefieren ir a un terapeuta que a una corte a disolver un matrimonio.
Por más de 10 años tuve la oportunidad de trabajar cada semana
con un equipo de profesionales de la salud y la conducta con quienes producía
un programa llamado Integración Familiar. Esta experiencia fue muy
enriquecedora para mí en lo personal, pues amplió mi conciencia sobre la
diversidad, profundidad, frecuencia y magnitud de la mayoría de las situaciones
que se pueden vivir en una familia y de cuales soluciones están disponibles
para cada caso.
Una de las realidades que más me ha impactado
hablando con los que saben, ha sido escuchar, que no hay fórmulas generales en
la solución de los problemas familiares. Cada caso es distinto, cada situación
tiene ingredientes diferentes, e incluso hay casos en que no hay formula alguna
que resuelva todo; hay dramas en los que hay que dar cosas y casos por perdidos.
Escuchar esto de boca de alguien a quien usted acude buscando ayuda es
desconcertante. ¿Verdad?
Pensemos primero en las raíces de la situación:
Creo que el caos en que se encuentra la familia de hoy tiene que ver con la ignorancia de la palabra
de Dios, o con la desobediencia a ella.
Digo primero ignorancia, porque no todo el mundo conoce qué enseña la
Biblia en ningún sentido, y por tanto sus valores y cultura familiar no están
basados en la Palabra. Y digo desobediencia,
porque los que tenemos el privilegio de conocerla, no siempre la ponemos en práctica. Yo me imagino que son incontables
los mensajes que hemos escuchado sobre el plan de Dios para la familia, los
roles del hombre y de la mujer, el rol de los hijos, qué de los cónyuges no creyentes
etc., y sin embargo, el drama de nuestros hogares no ha cambiado en nada.
Resolver problemas
familiares, es pues un asunto de asumir
responsabilidades y con determinación comenzar a establecer los fundamentos que
Dios ha dado para el orden de una familia. Luego está nuestra dependencia de Él
como Señor de nuestros hogares: Por eso, Salomón en el salmo 127 comienza: A usted
que está tratando de edificar su casa,
su matrimonio y su familia, sepa que se esfuerza en vano, a menos que sea el
Señor quien lo haga por usted y con usted.