Después
de 20 años ininterrumpidos de servicio con la misión radial que en la que tuve el
alto honor y privilegio de trabajar, estaba agotada, exhausta y sobrecargada de
emociones. Era el momento de unas vacaciones que por años me habían recomendado,
sugerido, aconsejado, al grado que, hasta me las obsequiaron. Así es como
llegué a Miami Beach y pasé una semana en Surfside, en un aparta-hotel, justo al
lado del condominio que hace unas semanas colapsó, resultando en una dolorosa tragedia que ha
llevado luto a muchas familias y a toda una comunidad. Seguí con atención la
intensa agenda de rescate, duelo y derroche de solidaridad que generó este
evento.
Enseguida
empezaron a surgir datos de que el edificio había dado señales de deterioro que
requerían atención. Las investigaciones darán sus conclusiones en su momento.
Pero queda esa sensación de que, cuando se toman precauciones a tiempo, se
pueden evitar muchas adversidades y contratiempos. Esto aplica a cosas y
personas. A veces, por ejemplo un electrodoméstico, un vehículo nos da
evidencias de que necesita mantenimiento o reparación, y si no se atiende,
luego nos parece una sorpresa cuando deja de funcionar “repentinamente”.
En
cuanto a personas, hay esos momentos en que nuestro cuerpo, nuestra mente y
hasta nuestras circunstancias empiezan a darnos señales de alerta “amarilla”:
Mucho estrés, algún dolor físico puntual, un declive en nuestro entorno laboral…
desánimo, desenfoque, fatiga frecuente… avanzamos hacia el colapso. Entonces nos conviene atender esas pistas
antes que se transformen en “Alerta roja”, antes de que nos derrumbemos abruptamente
y entonces, en cuerpo y espíritu, quedemos sepultados bajo un enorme cúmulo de
escombros. Puede sonar dramático, pero así sucede. Podemos pasar de una vida hiperactiva e
intensa, a una vida en la que aun respirando estemos atrapados, incapaces de
superar sin ayuda el enorme peso que nos ha caído encima.
Saber
detenernos a tiempo es sabio. Quizás dejaremos de ganar algo, pero evitaremos
perderlo todo. Es una pena, cuando el colapso sepulta nuestros sueños, nuestros talentos y nuestra voluntad de seguir adelante. Pienso en Lamentaciones, cuando el profeta ve la ruina de su pueblo, y aun entre cenizas y escombros piensa que la misericordia de Dios es nueva cada día, y su fidelidad sobrepasa nuestra calamidad (Lamentaciones 3). Dios es capaz de remover todo lo que nos agobia, y darnos nuevas fuerzas, para emprender nuevos capítulos en lo adelante. Así sea!
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