Por Juan Vega Gonzáles.
Hace años
vi en una película de horror que le preguntaban a un zombi capturado porque
comía cerebros.
Su respuesta fue: “Para evitar el dolor…”.
Cuando le preguntaron ¿el dolor de qué? Respondió: “¡El dolor de estar muerto!”.
Al igual que el zombi de la película, muchos seres humanos no soportan la idea de estar solos y presentes en sus vidas.
Los medios de comunicación y el sistema educativo han contribuido a crear una sociedad que se encuentra más solitaria que nunca.
Su respuesta fue: “Para evitar el dolor…”.
Cuando le preguntaron ¿el dolor de qué? Respondió: “¡El dolor de estar muerto!”.
Al igual que el zombi de la película, muchos seres humanos no soportan la idea de estar solos y presentes en sus vidas.
Los medios de comunicación y el sistema educativo han contribuido a crear una sociedad que se encuentra más solitaria que nunca.
El
proceso de recuperación de esa soledad existencial, requiere de una buena dosis
de amor, que haga sentir a la persona que no está sola, que sus seres queridos
la aman y están con ella.
Pese a
las dificultades que pueda haber, la vida es demasiado fugaz como para darnos
el lujo de no aprender a disfrutarla.
Puede
iniciar aplicando la enseñanza que nos dejó Jesús “ama tu prójimo como a ti
mismo”; para lo cual el primer paso es aprender a amarse uno mismo. Cuidar el balance de: cuerpo (comida sana,
ejercicio), mente (actitud positiva, automotivación) y espíritu (paz interior y
felicidad plena en el corazón).
La vida
se construye cada día, y puede enriquecer sus relaciones personales brindándole
a las otras personas:
Pensamiento positivo y abierto al
entendimiento.
Palabras amables y oído atento.
Corazón comprensivo, compasivo y en paz.
El
principio básico es evitar hacer daño (a uno mismo y a los demás), para lo cual
le podría ser útil seguir los siguientes consejos:
Agradezca
lo bueno de la vida, trátese con amor y bondad y comprenda que la energía
universal que nos relaciona a todos está constituida de amor.
Desconfíe
de los mensajes internos que le inciten a hacer daño. Reconozca a las personas
que le aman, y compruebe permanentemente su lectura de la realidad (la verdad
es personal, y las otras personas no tienen por qué ver las cosas como usted
las ve). Decida disfrutar de su vida
encontrando su propósito. Algo que
ame/en lo que sea bueno(a), que el mundo necesite y por lo cual esté dispuesto
a pagar.
No son
las enfermedades las que matan, son las toxinas generadas por el estrés, la
mala alimentación y vida sedentaria, las que nos hacen sentir “el dolor de
estar vivos”.
– Aprende
más en: www.123libertadfinanciera.com