El fruto de la vid es
mundialmente apreciado por su especial utilidad para la fabricación de vinos.
La industria del vino es hoy una ciencia y un arte. Especialistas refinados
pueden distinguir con oler, mirar y saborear qué tipo de uva dio origen al
líquido expuesto en la copa. Es una milenaria tradición. Las uvas, en sí
mismas, son frutas de colores y sabores muy diversos, favoritas de una gran
mayoría.
En los tiempos de Jesús la plantación
de viñedos era abundante y muy bien cuidada. Por eso, el usar la metáfora de la vid tiene una
poderosa significación tanto para los primeros seguidores del maestro, como
para los que hoy profesamos la fe cristiana.
En el Evangelio de Juan,
capítulo 15, Jesús dice que él es la vid verdadera; Dios el Padre es el viñador,
labrador, cuidador de la vid; Sus seguidores, aquellos conectados al tronco,
son los pámpanos o ramas que, alimentados por la savia que produce la vid, son
capaces de fructificar. Es facultad del Padre Viñador podar (probar) a estas
ramas para que den aun más fruto.
Triste el caso de los que,
pretenden ser parte de la vid pero no lo son, y por tanto, no producen fruto. También
aquí entra el viñador para separar estas ramas estériles, que entonces terminan
secas y son arrojadas a fuego. Es una metáfora de juicio.
Hoy, Jesús, la vid verdadera,
se hace representar por el Espíritu Santo para ayudarnos a mantenernos conectados
con él y ser testigos de su amor, de su poder y de su interés de insertar aun
más ramas productivas a su vid. El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. ¿Eres parte de la
vid? ¿Qué frutos produce tu vida?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sus comentarios son bienvenidos!