Vivo
en el ardiente trópico, nuestro verano parece ser permanente. Por doquier la
queja es por el calor agobiante, que nos hace sudar y deshidratarnos, que nos
resta energías y nos potencia la sensación de sed.
Esto
me guía a reflexionar acerca la sed espiritual, y pensar en Dios como esa
fuente de agua viva que sacia la sed más aguda y desesperante. Es fácil
verificar la necesidad, la sed espiritual de la gente. Jesús lo notó y tuvo
compasión de las multitudes, porque las vio desamparadas y dispersas como
ovejas que no tienen pastor.
Muchos
tratan de saciarse con placeres, dinero, drogas y otros vicios, sin entender
que la única fuente que llena, que sacia al sediento es la de agua viva, que
salta para vida eterna. Esa fuente es Jesucristo.
Él
dijo, “si alguno tiene sed, venga a mí y beba”.
Mi
deseo es que siempre tengamos sed, pero solo de Dios, para estar siempre
buscando más y más de su presencia.
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