"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


viernes, 29 de mayo de 2020

CRONICAS DE CUARENTENA

Ciudad Colonial de Santo Domingo. Foto: Georgina Thompson 

Desde lejanas tierras empezaron a llegar reportes sobre el surgimiento de un nuevo y letal virus. Este fenómeno  empezó a invadir la ciudad cobrando vidas, propagándose vertiginosamente y desbordando la capacidad de respuesta del sistema sanitario. Las conjeturas, especulaciones y leyendas urbanas comenzaron a entretejerse desde el principio, como una oleada turbulenta. Las imágenes de la construcción de un hospital en Wuhan en cuestión de una semana, nos hacía cuestionarnos ¿Qué tan grave es esta nueva enfermedad?

Y luego, las medidas para frenar el avance casi exponencial de la plaga, que gradualmente se fueron implementando a medida que cada país se preparaba para la inminente llegada del virus. Y comenzaron las estadísticas, las patéticas estadísticas que nos espantaron, Italia, Nueva York… Ecuador, Brasil...

COVID 19 ha paralizado el mundo, ha generado muerte, duelo, temor. Ha confinado a muchos a un ostracismo de supervivencia. Ha cerrado los templos, las escuelas, los centros comerciales y los estadios deportivos. Ha Paralizado los puertos y aeropuertos. Ha quebrado empresas y generado desempleo.

Entre tanto, los líderes del mundo se enfrascan en sus posiciones políticas generando más polarización. Se entremezclan los macabros intereses de la política y del mercado con la necesidad de proveer tratamientos y hallar una vacuna para la enfermedad. ¿Cuál es la prioridad? 

La controversia médica de qué funciona para prevenir y tratar, qué si usar mascarilla, que si los guantes, que si el distanciamiento, que si la Hidroxiclororquina ayuda o te mata más rápido… La OMS (WHO por sus siglas en inglés) ¿Merece credibilidad?

Mientras tanto, se prolongan los dramas de la familia. Los deudos entierran a sus muertos en soledad. Los prometidos cancelan, posponen o adaptan las ceremonias de bodas. Los chicos en casa  intentan mantenerse a flote con sus deberes escolares, si acaso les es posible continuar con algo de su programa educativo interrumpido. 

El que tiene medios hace más llevadera la cuarentena en la comodidad de su hogar. El pobre que vive hacinado viola normas de toque de queda en su necesidad de respirar fuera de su breve espacio saturado de bocas hambrientas de pequeños de todas las edades, que tampoco soportan pasarse días y días encerrados.

Salir a la calle, para algunos, llegó a parecer una escena apocalíptica de catástrofe.  Nadie alrededor, silencio y coerción de las autoridades a los pocos que osan moverse a horas no permitidas. La coerción depende, según sea el infractor, la estrella de TV  o el hijo de algún potentado se burla en su cara de los oficiales en servicio, pero el desvalido mendigo es golpeado, esposado y subido a un vehículo ya repleto de otros sujetos, donde el remedio es peor que la enfermedad si estamos procurando librar a la mayoría de la población del riesgo de contagio.

En  el otro lado, las almas libres que desestiman los riesgos, que quieren recuperar su libertad y que desafían normas que entienden violan sus derechos, aunque tales normas en su momento procuren favorecer el bien común. Las manifestaciones de fe se entremezclan entre lo sagrado y lo profano, entre la ingenuidad y la superstición.

Y están las fuerzas oscuras del crimen, que no descansa y se reinventa. Más fraude electrónico, atraco al alma solitaria que por alguna razón de fuerza mayor se expone a salir… el vicioso empedernido que necesita jugar, beber, drogarse, ir a un motel a continuar su vida extramarital… y la lista sigue.

Alguien dijo que cuando esto pase no seremos los mismos, que esto nos obliga a repensar la vida. Tengo mis dudas.  La memoria humana es cada vez más breve, y me cruza por la mente la trillada frase: “La vida sigue su agitado curso”.

2 comentarios:

Sus comentarios son bienvenidos!