"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


jueves, 11 de junio de 2020

CON EL CORAZON ABIERTO


Es muy difícil compartir los secretos de nuestros corazones con otros. Podemos mantener ocultas nuestras flaquezas, nuestras vergüenzas y nuestros pecados por mucho tiempo. 

 Tememos que otros nos juzguen o rechacen si conocieran nuestras debilidades. Nos avergonzaríamos si fueran expuestas las áreas grises/oscuras de nuestras vidas. Por eso, los miedos, remordimientos y ansiedades que causa el pecado oculto puede gravitar en nuestra mente y corazón, impidiéndonos la plenitud de gozo y paz que disfruta un alma perdonada.

A veces tenemos cargas en nuestros corazones, y en la medida que crece nuestra confianza y cercanía con alguna persona, sentimos el impulso de abrirle completamente el corazón. Pero dudamos de hacerlo porque esto nos haría vulnerables ante esa persona, además de que tememos que su reacción pueda ser contraria y que, en vez de apoyarnos, se decepcione y se aleje. Aun si la persona simpatizara con nosotros ¿Podría ayudarnos a librarnos de esas cargas?

Dios dice que si confesamos nuestros pecados (a él) él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. La confesión a Dios  no se trata de dejarle saber nuestra íntima condición, porque  nada está oculto a nuestro Padre. El pecado no confesado abre una brecha entre nosotros y el Dios que nos perdonaría y nos daría el poder de triunfar sobre él. Dios es la persona idónea a quien podemos confesar nuestros pecados. Podemos, en oración, expresarle nuestros temores y culpas mientras le pedimos que nos perdone cada cosa que entendemos le ofende, sean  estas visibles o no visibles a los demás.

El perdón de Dios sana y liberta.


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