"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


lunes, 4 de abril de 2022

EL NEGOCIO DEL ESCANDALO Y DE LAS MALAS NOTICIAS

 

Foto de uso libre, Pixabay

Es una realidad que el periodismo contemporáneo en sentido general, dista mucho de ser un servicio que contribuya al bienestar de la sociedad.  Al contrario, es mi percepción, que los medios están jugando un papel que incide perjudicialmente en la salud mental de la comunidad.  Hay un “mercado de malas noticias”  y los ciudadanos nos hemos convertido en consumidores de ellas.

Los titulares están escritos de una forma catastrófica.

·        Si es el informe del tiempo, cada tormenta es devastadora

·        Si es un accidente es mortal .Si es una escases, las imágenes muestran tramerias vacías de un supermercado como que llegó el Apocalipsis y nadie va a consegir nada para su familia. 

·        Si es un incendio es arrasador y amenaza consumir ciudades enteras.

·        Si son los precios de los combustibles estos suben como cohete lanzado al universo

·        Si es una enfermedad, es mortal, contagiosa, y avanza en forma agigantada, contando muertes y muertes por doquier.

·        Si es la guerra, nos repiten sin cesar las imágenes de lo peor de lo peor, masacre, destruccion, la devastación.

En el campo del entretenimiento a la fecha tenemos más de una semana saturados de una bofetada en medio de un evento que representa toda la doble moral habida y por haber. Como sociedad se hace campaña contra el bullying, pero lo usan sin contemplación en una producción que tiene millones de espectadores. La violencia en todas sus manifestaciones son la estrategia más taquillera, y obviamente lo es dentro y fuera del marco de una película.

Si bien cada información corresponde a hechos reales, el enfoque es en lo más negativo, lo más morboso, lo más feo de todo cuanto ocurre. Nos saturan con las imágenes que sacuden nuestras emociones.

Escuché a un conferencista, no periodista, plantearlo así: Las malas noticias nos causan preocupación, la preocupación nos hace cautivos de querer escuchar y saber más. Esto nos convierte en seguidores de los medios, cuyo rating aumenta, y por tanto aumenta su facturación de publicidad.  Las buenas noticias abundan, pero no son rentables para la industria. —Frank Suarez

Ya en artículos anteriores he tratado este tema, de lo atrás que ha quedado la ética en el uso de los medios de comunicación. Cuando en mi interés  y necesidad de informarme enciendo la tele, o entro al internet, me encuentro con lo mismo una y otra y otra vez.  Opto por desconectarme, porque ya detecto el patrón de “priming” (manipulación) que intenta condicionar mi forma de actuar, de pensar, de comprar… De eso se trata al final.  

Es una pena para el periodismo que hoy los medios estén saturados de artículos escritos por personas sin formación, que con un titular tienen que redundar en un dato que se puede ofrecer en un párrafo, solo para dar cabida a docenas de promociones publicitarias.  Los titulares engañosos, planteados como lo haría una persona chismosa para captar el oido y atención de otra en el patio o en la esquina: "No vas a creer como se ve fulana hoy día,  dónde vive perencejo...". 

Me queda apelar a que seamos consumidores más selectivos. Necesitamos estar informados, pero no caigamos en la trampa de consumir todo lo que nos sirven día a día, que es un poquito de verdad sobredimensionada para mantenernos preocupados y ansiosos, o para entretenernos con datos   que no nos aportan nada, sino que nos roban la paz mental y el tiempo que pudiéramos usosar en algo más productivo, que nos ayude a crecer y apoyar la búsqueda de soluciones. Procuremos fuentes que, si bien menos concurridas o renombradas, pudieran representar el remanente de un periodismo ético, responsable, coherente, que presenta los hechos con la mayor objetividad e indendepencia de intereses particulares. Si no hallamos eso, entonces aplicar el consejo de la Biblia: Escudriñarlo todo, retener lo bueno.