Es una
realidad que el periodismo contemporáneo en sentido general, dista mucho de ser
un servicio que contribuya al bienestar de la sociedad. Al contrario, es mi percepción, que los medios
están jugando un papel que incide perjudicialmente en la salud mental de la comunidad. Hay un “mercado de malas noticias” y los ciudadanos nos hemos convertido en
consumidores de ellas.
Los
titulares están escritos de una forma catastrófica.
·
Si es el informe del tiempo,
cada tormenta es devastadora
· Si es un accidente es mortal .Si es una escases, las imágenes muestran tramerias vacías de un supermercado como que llegó el Apocalipsis y nadie va a consegir nada para su familia.
·
Si es un incendio es arrasador y amenaza consumir ciudades enteras.
·
Si son los precios de los combustibles
estos suben como cohete lanzado al universo
·
Si es una enfermedad, es mortal,
contagiosa, y avanza en forma agigantada, contando muertes y muertes por
doquier.
·
Si es la guerra, nos repiten
sin cesar las imágenes de lo peor de lo peor, masacre, destruccion, la devastación.
En el
campo del entretenimiento a la fecha tenemos más de una semana saturados de una
bofetada en medio de un evento que representa toda la doble moral habida y por
haber. Como sociedad se hace campaña contra el bullying, pero lo usan sin
contemplación en una producción que tiene millones de espectadores. La violencia
en todas sus manifestaciones son la estrategia más taquillera, y obviamente lo
es dentro y fuera del marco de una película.
Si
bien cada información corresponde a hechos reales, el enfoque es en lo más negativo,
lo más morboso, lo más feo de todo cuanto ocurre. Nos saturan con las imágenes
que sacuden nuestras emociones.
Escuché
a un conferencista, no periodista, plantearlo así: Las malas noticias nos
causan preocupación, la preocupación nos hace cautivos de querer escuchar y
saber más. Esto nos convierte en seguidores de los medios, cuyo rating aumenta,
y por tanto aumenta su facturación de publicidad. Las buenas noticias abundan, pero no son
rentables para la industria. —Frank Suarez
Ya en
artículos anteriores he tratado este tema, de lo atrás que ha quedado la ética
en el uso de los medios de comunicación. Cuando en mi interés y necesidad de informarme enciendo la tele, o entro
al internet, me encuentro con lo mismo una y otra y otra vez. Opto por desconectarme, porque ya detecto el patrón
de “priming” (manipulación) que intenta condicionar mi forma de actuar, de
pensar, de comprar… De eso se trata al final.
Es una
pena para el periodismo que hoy los medios estén saturados de artículos escritos
por personas sin formación, que con un titular tienen que redundar en un dato
que se puede ofrecer en un párrafo, solo para dar cabida a docenas de
promociones publicitarias. Los titulares engañosos, planteados como lo haría una persona chismosa para captar el oido y atención de otra en el patio o en la esquina: "No vas a creer como se ve fulana hoy día, dónde vive perencejo...".
Me
queda apelar a que seamos consumidores más selectivos. Necesitamos estar
informados, pero no caigamos en la trampa de consumir todo lo que nos sirven día
a día, que es un poquito de verdad sobredimensionada para mantenernos
preocupados y ansiosos, o para entretenernos con datos que no
nos aportan nada, sino que nos roban la paz mental y el tiempo que pudiéramos usosar
en algo más productivo, que nos ayude a crecer y apoyar la búsqueda de soluciones. Procuremos fuentes que, si bien menos concurridas o renombradas, pudieran representar el remanente de un periodismo ético, responsable, coherente, que presenta los hechos con la mayor objetividad e indendepencia de intereses particulares. Si no hallamos eso, entonces aplicar el consejo de la Biblia: Escudriñarlo todo, retener lo bueno.
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