Ultimamente estoy como la gente de Macondo (100 años de soledad), que después de la peste de insomnio fueron invadidos con otra epidemia: El olvido. Antes que fuera demasiado tarde, ellos recurrieron a poner letreritos con su nombre a cada cosa: Silla, mesa, cama, etc. Y no solo el nombre de las cosas, sino su utilidad “Esta es la vaca, hay que ordeñarla en la mañana para obtener leche, y mezclarla con chocolate”.
En casa tengo letreritos en los espejos y en el refrigerador. Hay una nota que nunca borro: “Agua a las flores”. Aun con la nota, a veces descubro mis plantas marchitas en el balcón. La nota más reciente: “No te rindas nunca”, he pensado borrarla, pero temo que la vuelva a necesitar. Lo que hago a veces es cuestionarla ¿No rendirme nunca? Si a veces hay batallas que al parecer no vale la pena seguirlas peleando, y abandonar sería más sabio y prudente.
Bueno, en el automóvil, una nota para acordarme de chequear los aceites y el agua, las gomas y el nivel de combustible (hasta lo obvio a veces se da por garantizado). Y en la oficina, no bastan las alarmas del móvil, la agenda, la libreta, el bloc de papelitos, el mural con cartas, memos e invitaciones.
Gracias a Dios que Yahoo y Facebook me alertan de los cumpleaños pero… ¿Olvidaste tu contraseña? ¡Si, la olvidé! ¿Qué con cuál correo me registré? ¡Grrrrrr!
Me cambiaba el anillo de dedo hasta que decidí andar sin anillos (el oro ha cobrado valor y los atracadores son capaces de cortarle a uno el dedo y hasta la mano para despojarnos de la prenda)…
La plaga del olvido es muy invasiva: ¿Dónde anoté tal o cual cosa? Sé que lo anoté en algún lado… Estoy más confundida que Confucio, (Porque eso sí recuerdo, que Confucio era un chino japonés que inventó la confusión). Entro al supermercado, sé que hice una lista de compras ¿Dónde dejé la lista? ¿Qué cosa en el mundo es lo que me falta por comprar?
Ahora un poco más en serio, había otro letrero en Macondo en una vía principal, DIOS EXISTE. En mi caso, de Dios siempre me acuerdo, y él de mi no se olvida, porque ¡no lo dejo en paz!
¡DIOS EXISTE! Quizá nos haga falta ese letrero, tal vez en una enorme valla en un punto visible de la avenida más transitada de nuestras ciudades. Su presencia es innegable, pero insistimos en ignorarlo al grado que nos parece posible vivir sin él. Entonces pasamos de la amnesia a la ceguera, y se distorsionan nuestros sentidos: como en Dinamarca, algo huele mal, pero también hemos perdido el olfato, y seguimos corriendo deprisa para llegar ¿A dónde?
Gthompson
29-8-2011