El gerente de una empresa, el pastor de una iglesia, el capitán de una nave, el presidente de un país. El puesto los encierra en una burbuja en la que a veces nos parecen intocables, inaccesibles y hasta temibles.
PERO LOS JEFES TAMBIÉN LLORAN
Y usualmente lloran solos, y sus penas no llegan a nuestros oídos.
Se estresan, se enferman, soportan las críticas, tanto constructivas como destructivas, y sufren la incomprensión de quienes
cuestionan su gestión.
No pueden hacer felices a todos y por esto tienen el gran reto de asumir las consecuencias.
Los jefes también lloran y como siempre se ha dicho, a veces al capitán es el único al que le toca
hundirse con su barco.
Gthompson.
6-8-11
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