Estoy muy a gusto donde vivo, pero si describiera el lar de mis sueños sería una casa con patio y jardín. He disfrutado de tres:
1) Recuerdo que en el hogar de mis padres teníamos mucho patio, y que había dos casas en el solar; al lado vivían mis padrinos Noel y Ramona con sus hijos.
Había árboles en los linderos trazados por cercas de alambres de púas. Recuerdo el árbol de guayaba (cuyas frutas eran duras y amargas aun al madurar). Había también un limonero. Un árbol de guanábana plantado en el patio de la vecina Doña Juana extendía generoso algunas de sus ramas hacia nuestro lado. Los jardines en casa tenían variedades múltiples de plantas florares; recuerdo especialmente las llamadas “sangre de Cristo”.(Cayenas rojas).
Mis hermanos y los hijos de mis padrinos íbamos creciendo juntos y éramos cómplices en nuestros juegos de infancia. ¡Cuántas horas de diversión y de travesuras que a veces nos costaron dolorosos castigos!. También tengo una cicatriz en el abdomen, que mantiene en mi memoria una de mis más arriesgadas hazañas, con 7 u 8 años de edad, subí a uno de esos árboles y al descender las púas de la cerca me causaron tremenda herida.
Pero mis padrinos se mudaron y mi padre empezó a construir anexos a nuestra casa, hacia atrás, hacia al lado y luego aun más hacia atrás, hasta que no quedó un centímetro de patio. La casa de mis sueños se fue esfumando…
2) Hasta que tuve el privilegio de entrar a trabajar a Radio Trans Mundial… (1989) y allí aunque era una casa alquilada, y aunque era una oficina, pude adoptar los jardines que la casa ostentaba en el frente. Casi cada semana nivelábamos la grama, y regábamos las flores para disfrutarlas siempre radiantes.
La historia gloriosa de Radio Trans Mundial Dominicana escribió muchos de sus capítulos a la sombra de un árbol de Caoba plantado en su frente, y otros capítulos adornados con la alfombra de hojas que se formaba alrededor del interminablemente alto y frondoso almendro que se erguía en el patio trasero.
Yo estaba enamorada de esa casa. Pero lo alquilado suele ser una limitación y hubo el día en que emprendimos la gestión para que RTM tuviera su propia casa. Más de un año recaudando fondos nos llevaron a recorrer muchas provincias del país y muchas manos solidarias se extendieron, mientras una donación del exterior esperaba que completáramos una suma suficiente para dar el paso… el tiempo pasaba y los donantes del exterior querían resultados, o que devolviéramos el dinero. “¡¡¡Devolver dinero!!! Por encima de mi cadáver!!!!!” recuerdo haber expresado. Y salimos a buscar un lugar por el monto con que contábamos.
El milagro ocurrió, y fue para mí un soporte único y encomiable, el empeño puesto por el entonces presidente del consejo directivo de RTM, Hermes Bethancourt, que hoy está con el Señor. El y yo, sí sabemos de las luchas, pruebas y retos que manejamos antes de ver fruto.
Hallamos un pequeño apartamento en un segundo piso en el que, aunque limitados, teníamos la tranquilidad de no pagar renta. Pero una secuencia de eventos desafortunados nos llevó a entender que aquel lugar no era nuestra “Tierra prometida”. Y la jornada empezó otra vez ¿Cómo ganar de nuevo el respaldo de aquellos que entendían que ya habíamos completado el proyecto de local? Hubo que hacerlo… y otro milagro ocurrió:
3) Después de ver docenas de propiedades, guiados por Dios mismo ,nuestros pies pisaron una casa digna, de sólidas paredes, y ¿Adivine qué? Con patio y jardín. Con árboles de naranja, cereza, guayaba, mango, y hasta una de bananos!
Dios lo hizo, satisfizo un deseo de mi corazón, porque dar fruto, es el símbolo del servicio cristiano, y eso hicimos por 20 años en Radio Trans Mundial. Cada mañana, antes de escribir un libreto, antes de grabar un programa, antes de hacer las gestiones que me correspondían como gerente de la misión, usaba una manguera, con mis manos regaba esas flores, y comía de esas frutas que me recordaban, que eso Dios espera de mi cada día: Frutos de solidaridad y de justicia, que trasciendan y perduren. La obra de Dios es mi casa y mi jardín.
Hoy, mientras oro a Dios, canto de nuevo el estribillo de la canción de la diva de los pies descalzos: quiero una casa en el cielo y un jardín en el mar.