Hasta
recrear en mi mente el breve instante en la selva africana sigue siendo útil para evadir el torbellino de stress que suele
azotarme cual formidable huracán.
Karibu! (Bienvenida), El saludo hospitalario de los kenianos en Swahili,
quizá la principal entre las múltiples
lenguas habladas en una nación compuesta por 46 grupos étnicos. El color de mi piel me ayuda a confundirme
entre ellos hasta tanto abro la boca. Entonces mi inglés occidental me delata,
y tengo que explicar en qué lugar del
mundo está República Dominicana. En los
templos, la experiencia es multilingüe y
multiétnica. Se canta en una lengua, se predica en dos o en tres a la vez, para satisfacer la heterogénea feligresía.
Al
concluir la reunión, una comida con los líderes de la iglesia me permite socializar
más de cerca. Una dama se me acerca con una jarra agua y un lebrillo. No
entiendo que significa hasta que me indican que es para lavar mis manos, antes
de recibir los alimentos. Nunca en
ninguna parte me sirvieron bebidas con hielo. Nunca, ni siquiera en el hotel había
pan en el buffet sino lo solicitaba expresamente. Tuve que aceptar una y otra vez el brindis de
té con leche muy caliente que en cada visita me ponían delante.
En
las calles el gran mercado abierto, exhibía hileras interminables de ropa de
segunda mano en oferta. Las madres deambulan con sus bebes a la espalda
sujetados con un gran paño. Hay zonas de las que no tengo fotos, porque el
chofer me recomendaba ni siquiera asomar la cabeza fuera del vehiculo. No me
resultaba raro esto, es igual en algunos lugares de mi país. Tranquilidad siempre sentí, resguardada por
el experimentado chofer de entera confianza de la institución, que me trasladó
diligentemente a todo lugar.
Reuniones,
talleres, almuerzos, visitas a zonas donde nuestra organización presta
servicios microfinancieros, entrevistas con clientes, con personal de la
institución llenaron mis días de sol a sol. Hasta que llegó aquel día libre, disponible para pasear. No podíamos ir lejos, así que, por 40 dólares
podía pasar en vehículo y recorrer un trozo de la selva keniana, en la misma
ciudad de Nairobi. ¡Qué contrariedad era
la opción del “Tour de la pobreza” que era más costoso!. Una empresa
turística, por una tarifa de 50 dólares,
ofrece un paseo a la zona más deprimida de Kenia, un cinturón de miseria
conocido como Kibera. Figúrese usted,
pagar para pasearse entre la miseria y la desgracia de los excluidos en el barrio marginado más grande de Kenia.
¡De
Safari! Penetramos al Parque Nacional de Kenya a las
10 am. Un recorrido de poco más de 3
horas nos permitió un encuentro cercano
con la vida salvaje: cebras, búfalos, antílopes, cocodrilos, hipopótamos… nunca vimos a los
leones, se nos dijo que a esa hora son muy holgazanes y se ocultan a descansar hasta que les da
hambre otra vez. (Si es así, hambrientos,
no tengo ningún interés de verlos, pensé).
Siempre prohibido bajar del vehículo, hasta la
zona en que nos encontramos con las Jirafas. Hermosas, impresionantes, simpáticas,
quedé extasiada ante su estatura. Es la mascota que me gustaría tener, pero
¿Cómo la mantengo? ¿Dónde la hospedo?.
Al bajar del auto y respirar aquel aire,
sentí un relax que hacía meses no experimentaba y realmente pensé: La jungla
urbana es mucho más peligrosa y
amenazante.
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