Hoy encontré a Joan Manuel Serrat
charlando apaciblemente en el lobby de un hotel y me he atrevido a interrumpirle
para estrechar su mano y contarle cuánto aprecio su arte. Me respondió afable
y sonriente con un doble “gracias, gracias”.
¡Y yo doy gracias por las cámaras de los celulares!
La música de Serrat invadía cada
rincón de nuestro hogar en mis días de infancia. Especialmente los fines de
semana, una y otra vez la aguja lectora
de sonidos surcaba las líneas del disco de larga duración a 33 revoluciones por
minuto, regalándonos un concierto de
poesía magistralmente musicalizada. Tendría
yo 7 u 8 añitos.
Me aprendí las letras, canción tras
canción, especialmente de aquel álbum “Mediterráneo”. Una canción me hacía
llorar como si fuera yo la nena que se fue y sus padres se preguntan “Qué va a
ser de ti, lejos de casa”. Aun hoy,
cuando de pronto siento que mis batallas son infructuosas, canto una de estrofa
de “vencidos” , rogando a Don Quijote que me haga sitio en su montura, que ya no
puedo batallar”. Y la nostalgia de “Lucia”, “No hay nada más bello que lo que
nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí”. Y la patética conclusión de Pueblo Blanco “…pero
los muertos están en cautiverio, y no nos dejan salir del cementerio”.
“♫♪Gloria a
Dios en las alturas,
recogieron las basuras
de mi calle siempre a oscuras…♪♫”
(¿Se
habrá inspirado en mi país para escribir esta canción?)
Pero, para cerrar esta nota, ya que “Juré amor eterno y no quisiera quedar en
entredicho”. “No hago otra cosa que pensar en ti”.
Gthompson
7 nov 2012
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