Hablemos de otra mujer cuya
historia es parte del registro bíblico. Ella vivía con su esposo y sus otros
familiares; era abusada y ridiculizada día tras día por algo de lo cual ella no
tenía nada absolutamente que pudiera hacer,
algo más allá de su capacidad de cambiar. Ella era estéril y no había
forma de que pudiera darle un hijo a su esposo.
Estaba deprimida y triste. Ella era abusada verbal y emocionalmente por
la segunda esposa de su marido. ¿Puedes imaginarte vivir de esa forma? Tenía
muchas razones para estar amargada, pero
escogió no estarlo.
Esta mujer tenía un sueño, un gran
deseo, ser madre, la mejor madre en todo su pueblo. Cuando la vida conspiraba
contra su sueño, ella decidió orar. Ella optó por la oración en lugar de la
amargura y la venganza. Derramó su corazón
a Dios, exponiendo su dolor y angustia. Con muchas lagrimas y súplicas en el tempo, pidió por lo
imposible, un hijo.
Su oración movió el brazo y el
corazón de Dios. Antes de que Dios contestara su oración, en fe, ella entregó la respuesta de regreso a
Dios. Su oración fue escuchada. Con la
gracia de Dios esa madre crió a ese niño por apenas 5 años, pero ejerció en él una influencia tal que ese
muchacho llegó a ser el más grande profeta
y juez sobre Israel. La oración de Ana y la manera piadosa de criar a su
hijo, tuvieron como fin el cambio del curso de la historia de la nación judía.
Dos madres: una conocida como Herodías,
otra conocida como Ana, son dos ejemplos poderosos de lo que es la influencia
de una madre en la vida de sus hijos.
Dos influencias poderosísimas que determinaron dos diferentes, muy diferentes destinos.
Me maravilla que Dios aun esté
contando con las madres para realizar su
milagro de creación. La vida pasa primero por las manos de una mujer. ¡Somos
socias de Dios! ¡Que privilegio, pero también, qué responsabilidad! Cada niñita
que nace en este planeta viene envuelta en un poderoso e increíble don llamado
INFLUENCIA. Alguien dijo que la mano que
mece la cuna es la que domina al mundo. Ya dijimos en la primera parte que la influencia es una cualidad neutral, la
forma en que la usemos es lo que la hace buena o mala. Hay la posibilidad de reforzar este don de
forma intencionada, y usarlo conforme a los propósitos de Dios. CONTINUARÁ.
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