"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


miércoles, 3 de septiembre de 2014

LAMENTACIONES DEL PROFETA JEREMIAS

Por Telésforo Isaac
Obispo emérito Iglesia Episcopal/Anglicana
 
En la versión griega de la Santa  Biblia, conocida como Septuaginta o LXX, así como la Vulgata o Latina, ambas tienen una nota  que dice así: “Y sucedió que cuando Israel fue llevado al cautiverio (año 587,  a.C.) y Jerusalén quedó  devastada, el profeta Jeremías se sentó a llorar y entonó lamentaciones por Jerusalén”. En los dos casos, el libro de las Lamentaciones aparece después del libro de Jeremías, aunque no fue de la autoría del profeta; pero sí se puede decir que describen de manera concreta,  lo que él sintió  al ver la calamidad de la devastación del  pueblo hebreo por el exilio forzado a Babilonia, de la capa social más prominente de la nación. Las ediciones de la Sociedad Bíblica han continuado la tradición, y el libro de Lamentaciones sigue a Jeremías.

Aquí en la República Dominicana se oyen continuas y tristes lamentaciones de individuos y grupos.  Esto sucede  a todos los niveles y condiciones sociales. Los clamores que se oyen se deben a disímiles factores. No es por el exilio como  el caso de los israelitas llevados a Babilonia; más bien, es por la ausencia de los valores ético-morales; los señalamientos de corrupción e impunidad, las distorsiones de la justicia, el endurecimiento de corazones, la insensibilidad de conciencias críticas, la violencia familiar, la inseguridad social, y las innumerables fallas y males que inciden y azotan sin misericordia a la sociedad. 

Las lamentaciones en la sociedad dominicana, se hacen en el seno de la familia, en los grupos comunitarios, y por selectos  medios de comunicación; pero los gemidos de angustia y quebrantamiento de corazones, se sofocan debido a  las intrigas, las ambiciones irracionales de políticos apasionados, el carácter de empresarios codiciosos,  la aridez espiritual de dirigentes religiosos, y por la inercia, el silencio y la pasividad de los más indefensos  del pueblo.

 Las lamentaciones atribuidas a Jeremías, fueron cinco: 

Primero: el abandono de Jerusalén por la devastación. En el caso nuestro, es por la falta de equidad socio-económico,  la carencia y el justo disfrute de los bienes y servicios del conglomerado. 

Segundo: el profeta concibió que la ciudad fuera como una inmensa llaga adolorida, sin pronta esperanza de curación.

 Tercero: la ciudad se ha trasformado en desgracia, a falta de fortaleza de fe, y la  penuria de la justicia. 

Cuarto: la gran ciudad de Jerusalén es una piedra  preciosa, sin pulir. Santo Domingo es una metrópolis; más, en  estado caótico y faltante de seguridad social; y

Quinto: el pueblo llora, se lamenta por su condición imperante; pero, tal como el profeta Jeremías, el pueblo se lamenta;  reconoce su estado de privación y los vaivenes políticos; más,  “la esperanza de renovación y desarrollo continuado, se mantienen constantes y firmes, igual que el ancla mantiene firme al barco”. (Hebreos 6: 19).

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