"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


lunes, 23 de febrero de 2015

JUSTICIA PARA TODOS


La justicia como concepto ha sido objeto de reflexión filosófica, legal, y teológica así como motivo   de debate a través de la historia en todo el mundo conocido.  La justicia ha sido catalogada como una virtud humana,  y se ha definido como el arte de hacer lo justo, y de «dar a cada uno lo suyo.”

La ausencia de justicia, o la aplicación viciada de ella ha generado y sigue generando acciones y movilizaciones, individuales y masivas en demanda de ella. Se exige el castigo correspondiente por la infracción cometida, indemnización al agraviado, exoneración de culpa al no culpable, respeto de derechos adquiridos, reivindicaciones  esperadas por sectores afectados por factores adversos… todo ello forma parte de un intrincando sistema que se espera funcione.

No se trata solo de un valor de carácter universal.  La fe cristiana es abanderada de la justicia. Dios nos ordena, tanto a las naciones como a las personas, que seamos justos. Uno de sus atributos personales es la justicia.  

“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide el Señor de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. Miqueas 6:8.

En el Antiguo Testamento de la Biblia hallamos información muy clara sobre  el Sistema Legal diseñado por Dios, que  aseguraba aplicar  la justicia adecuadamente. Primero, la selección de los jueces, descritos como personas honorables, dignas, temerosas de Dios, no sobornables y que despreciaran la falta de honradez. A estos se les requería ser equitativos, desprovistos de favoritismos o discriminación:

“ No torcerás la justicia; no harás acepción de personas, ni tomarás soborno, porque el soborno ciega los ojos del sabio y pervierte las palabras del justo. 20 La justicia, y sólo la justicia buscarás, para que vivas y poseas la tierra que el Señor tu Dios te da”. Deuteronomio 16:18-20

A veces escuchamos el grito impotente de personas que observan un sistema corrompido por el poder político, el poder del dinero (limpio o mal habido), o por las amenazas que a su integridad física o familiar pueda exponerse el administrador de justicia.  Pero otras  veces escuchamos personas afirmar “Yo confío en la justicia de mi país”, esperanzados de que su causa será manejada con equidad, haciendo valer el derecho por encima de toda artimaña y toda estrategia ilegitima que pueda viciar un proceso o cambiar una sentencia. 

Mientras navegamos entre ambas realidades, mantenemos la ilusión de que la verdad, la honestidad y el derecho de cada uno llegue a ser respetado y defendido dignamente. Hoy aspiramos a que los principios bíblicos de la justicia sean los que  regulen a quienes tienen la autoridad de administrarla en nuestras cortes o tribunales, y que puedan hacerlo con probidad, firmeza e independencia. 

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