“No
creas, nunca creas este falso abandono.”
(Mario
Benedetti, Poema Chau Número 3)
Con
esta cita poética podemos intentar quedar bien con amigos que obviamente, pasan
por toda clase de circunstancias en las que se espera deberíamos estar
solidariamente cerca de ellos, pero no estamos.
Algunas
veces nuestras excusas son razonables, otras veces, son un tanto protocolares y
superfluas para no quedar tan mal. Mientras tanto, la sensación de abandono que
experimentan nuestros amigos es muy real.
“Yo
elijo a mis amigos”
Esa
frase, cuando me la dijeron, (la única que vez que me la han dirigido), me
resultó fuerte y chocante, pero franca, tanto que la agradecí. La expresión me
demostró que estaba frente a un ¿caballero? con el que un amigo en común estaba tratando de… ya
usted sabe qué. Claro, amonesté furiosa
a nuestro amigo en común, y practiqué el ejercicio de perdonar. Y del otro potencial amigo… solo quedó la frase de marras
para lección y re-lección. (Tal vez todos elegimos a nuestros amigos, aunque no
le espetemos la frase a la gente en su cara).
Los
amigos son un don de Dios que nos sostienen y nos animan en toda época de la
vida.
Creo que la amistad es algo sumamente espontáneo y no hay formulas
ni secretos para construirla.
Creo
que la amistad es comunión y apoyo de doble vía: Podemos contar el uno con el
otro y viceversa. Proverbios 17:17 dice “En
todo tiempo ama el amigo y es como un hermano en tiempo de angustia.”
Pensemos:
¿Cómo podemos cultivar verdaderas amistades? ¿Hasta qué punto apreciamos las
amistades que tenemos? ¿Qué podemos hacer para dedicar tiempo a nuestros
amigos?
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