"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


domingo, 18 de enero de 2015

¿ANTES MUERTA QUE SENCILLA? EL CULTO AL CUERPO.


“¿Antes muerta que sencilla?” Sí, la popular expresión se hace realidad una y otra vez en nuestros días. Más de una ha dejado su vida en el proceso de pretender ser más bella. 

En los hechos más recientes una hermosa chica de 19 años, recibe  una cirugía estética como “premio” en un concurso de belleza. Terminó recibiendo la muerte como regalo. Otra candidata en otro certamen, está hoy confinada a una silla de ruedas por las inyecciones que, en busca de tornear mejor su cuerpo, le causaron daños irreparables en sus caderas y piernas. Con pesar ella admite: “Estoy pagando por mi vanidad”.

La prensa también da cuenta de la saga de algunos pretendidos cirujanos que hoy son tristemente célebres por las múltiples demandas de mala práctica, que (alegan los demandantes) han causado daños irreversibles o han costado la vida a varias de sus pacientes.

Y aun así, sigue la carnicería. Los nuevos estándares de “belleza”, procuran un cuerpo voluptuoso que pocas tienen de origen y muchas procuran conseguir por el medio rápido y costoso de las cirugías, las lipos, los implantes y los rellenos. Algunos procedimientos son  muy invasivos para la salud general, y peor aún, muchos son realizados por cada suerte de aprovechados, enganchados a especialistas,  que se enriquecen realizando procedimientos sin estar facultados para ello, o realizados en “clínicas” que no reúnen las mínimas condiciones.

Mientras tanto, las niñas en casa ven a estas chicas esculturales en la TV, y sueñan despiertas, o se  hunden un poco más en la calamidad de su  pobre autoestima, y la insatisfacción con su cuerpo es incentivada por esta desenfrenada demanda de una sociedad frívola y desprovista de valores. Insatisfacción que crea ansiedades que antes nadie padecía, y que acompaña a las más atrevidas que vuelven al quirófano una y otra vez y aun no les gusta lo que ven en el espejo. Es la trampa de la mujer objeto, que tiene que vivir en busca de permanente aprobación y aceptación , y es la trampa de la mujer-diva, que no puede reconciliarse con su edad, su estatura,  con sus canas, arrugas y su peso.

 Antes solo las famosas se sentían obligadas a hacerlo. Hoy me sorprende saber que hasta una humilde ama de casa que no tiene a veces ni para pagar el alquiler de su casa, está tramando hacerse los pechos, o los glúteos, o ambas cosas; me estremezco de perplejidad.


¿Dónde habrá quedado la gracia, la naturalidad y el encanto de ser mujer, de cuidarnos y embellecernos sin que sea esto la esencia de nuestra vida? ¿Quién nos ha robado la autoestima sana y la sensatez? 

Creo que  nos conviene reflexionar y desistir de exponer insensatamente la salud y la existencia misma por responder a un sistema infame y desvalorizante de  la  esencia de ser mujer. 

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