Gerencialmente
hablando, soy enemiga de la impuntualidad, abogo por que la puntualidad sea un
valor más modelado en mi sociedad. Siempre verbalizo mi inconformidad con la
impuntualidad que caracteriza mi cultura.
Digo que la impuntualidad es subdesarrollo, improductividad, pérdida de
energía, que afecta la calidad, los resultados, aumenta costos, desajusta
agendas y estados de ánimo.
Y aun lo creo... pero ahora, con dolor me confieso impuntual en un sentido más
trascendente y en el que no ser puntual puede tener consecuencias irreparables.
Habiendo sido
áspera crítica que sentenciaba
implacable toda tardanza, hoy me declaro culpable de:
- No estar a tiempo con una llamada a un prójimo enfermo.
- Estar ausente en el duelo de gente amada y cercana.
- No estar a tiempo de celebrar aniversarios ni anticiparme al cumpleaños familiares y amigos.
- Culpable de posponer visitas solidarias
- De no entregar un presente en el día señalado.
Sí, soy
culpable de muchas de las peores impuntualidades que se puedan describir, e inclino la cabeza
en humillación, considerando seriamente empezar a enmendar ya mismo mi
proceder, antes que sea más tarde, o definitivamente, muy tarde.
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