Antes
de conocerlo, ya creía que Rafael Danilo Grullón era un genio. Lo
pensaba cuando escuchaba las magistrales interpretaciones del Coro Arpa
Evangélica y me enteraba que él las componía.
Después,
cuando leí absorta en pocos días su obra
“La conspiración Zelote”, brillante, coherente, intensa y cautivante, digna de
ser el guión de una película, no me quedó duda. Pero esta alma genial fue también
un espíritu humilde Y afable que
derrochaba simpatía.
¿Cómo
le conocí?
Recuerdo aquel año, cuando en Radio Trans Mundial se dio inicio al
proyecto devocional Alimento para el Alma, en cada país invitamos colaboradores
a escribir. “Le caí atrás” al hermano Grullón, hasta que logré su colaboración
con un par de reflexiones, tituladas “Unidad” que se publicaron en la primera
edición.
Llegué a su casa finalmente,
cuando estaba impreso el libro y quería entregarle algunos ejemplares. Desde
entonces fui adoptada como “la nietísima”.
Empecé
a descubrir un ser humano con una enorme capacidad de socializar y congregar a
su alrededor tantos amigos y discípulos.
Aun así, por alguna razón me sentía privilegiada entre sus allegados,
porque me llamaba, me visitaba en la oficina, me guardaba mangos de su patio y
me pedía que revisara las historias de cuentos para niños que escribía. Son muchas más las anécdotas que pudiera
compartir, pero me confieso egoísta con el cofre de memorias que atesoro!
Abuelissimo,
celebramos tus 80, 81, 82… queríamos más de ti, pero aceptamos la voluntad del
soberano. ¡Hasta luego!.
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