Muchas
son las predicciones sobre los inminentes
y catástróficos daños que esperan a la tierra fruto del cambio climático. Es un
tema de alta relevancia en las agendas globales de organismos internacionales y
de uniones o conglomerados de naciones. A la vez, el tema ha cobrado un
profundo matiz político en importantes escenarios.
Participantes en BEI CARIBEAN ROADSHOW 2020 |
Sentada
por dos días con invitados de instituciones del sector financiero, cooperativo
y de ONGs en República Dominicana, y otros paises, participé del BEI CARIBBEAN ROADSHOW 2020, que es un evento auspiciado por el Banco Europeo de inversiones, institución financiera
de la Unión Europea. Allí tuve la oportunida de escuchar
diferentes expositores con una diversidad de enfoques vinculados a la
mitigación y adaptación al cambio
climático. Por
ejemplo, escuché sobre el Pacto Verde
Europeo, que traza una estrategia para reducir las emisiones de CO2 hasta el
2050. Implicará legislaciones, inversiones financieras de gran caudal, rediseño
de infraestructuras amigables con el medioambiente y mucha, mucha reeducación. Sus
impulsores afirman que el costo de esta agenda es alto, pero el costo de la
inacción sería mayor aún.
Días
después inicié mi relectura de La Biblia. Y pongo en perspectiva todo lo
escuchado en el seminario del BEI. En Génesis capítulos 1 y 2 me reencuentro
con los principios de la mayordomía de la creación: Dios crea, establece el
orden de los tiempos y las leyes que han de regir la naturaleza, y culmina con
la creación del ser humano a su imagen y semejanza, a quien constituye como
administrador – responsable del planeta.
Por
lo visto hoy cosechamos las consecuencias de daños irreparables que nuestra
mala gestión ha causado: Más calor y contaminación, sequía, erosión, y
tormentas de mayor potencial destructivo, que
amenazan el equilibrio que permite a la tierra ser nuestro hábitat. Desde la
perspectiva de la fe somos responsables de conservar el planeta.
Algunos
abrazan la causa con más pasión que una fe religiosa. Cambian sus prácticas
cotidianas, viven de forma no convencional a la luz de su filosofía verde. Otros permanecen escépticos, indiferentes o ignorantes de su “huella de carbono” con la mentalidad de
que una golondrina no hace verano y que los activistas apasionados están
exagerando. Hay sin dudas, un tercer grupo de doble moral que se lucra de la
situación tal cual está y no ha de cooperar por el bien común. Y así la vida
sigue, su agitado curso, mientras la tierra gime.
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