"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


viernes, 27 de agosto de 2021

COMPASION VS LASTIMA; ARREPENTIMIENTO VS REMORDIMIENTO



El mundo está lleno de calamidad. Los medios cada día nos abruman con noticias de situaciones devastadoras. Frecuentemente las imágenes y la dramática forma de reportar los eventos apelan a nuestros sentimientos. Nos afectamos emocionalmente y experimentamos la sensación de impotencia porque muchos de esos sucesos están tan lejos de nosotros, que solo podemos lamentar que acontezcan.

Pero a veces la desgracia está en mis narices, y como quiera mi accionar es el mismo: Esta vez está tan cerca que tal vez puedo intervenir, pero me quedo como testigo pasivo que lamenta la situación.  A eso es a lo que llamo lástima: Ver, apenarse, y seguir, con la buena actitud de que a alguien más le tocará resolver.  Siento lástima. Pero no intervengo, porque hacerlo puede tener sus consecuencias. No quiero pagar el precio de involucrarme.  

Me consuelo  pensando que solo podemos orar que Dios intervenga, tenga misericordia, permita soluciones y provea recursos para ese prójimo. Orar es por supuesto, un gran apoyo que podemos dar, pero a veces ni eso damos. Me cruza por la mente la parábola del Samaritano (Lucas 10:25-37). Me cruza por la mente la exhortación de Santiago: tu fe sin obras es muerta si solo vas a decirle al necesitado que siga, que se caliente y se sacie sin extenderle la mano. (Santiago 2:15-17). Pero las realidades son tan abrumadoras y abundantes que también me digo: No eres la madre Teresa, ni nada parecido.

Y persiste la lástima y la carga emocional se convierte en sentimiento de culpa. A eso llamo remordimiento.

Esta batalla, entre la lástima y la compasión, entre el remordimiento y el arrepentimiento, la he tenido que librar incontables veces. 

La liberación viene cuando doy un paso de obediencia, pido perdón por mi falta de amor y pido a Dios de su gracia para ayudar. A eso llamo arrepentimiento.  Entonces me atrevo a transformar la lástima en compasión y me convierto en la  respuesta de Dios a la necesidad que me ha puesto en frente. Entre tanto quehacer, Su Espíritu me guiará a discernir cuando y a quien me corresponde servir.  Soy su mensajera, soy su herramienta. El necesitado recibe la ayuda que precisa y yo encuentro el gozo de ser instrumento del Padre celestial.

 

domingo, 1 de agosto de 2021

COLAPSO

 

Surfside, Florida (2009)

Después de 20 años ininterrumpidos de servicio con la misión radial que en la que tuve el alto honor y privilegio de trabajar, estaba agotada, exhausta y sobrecargada de emociones. Era el momento de unas vacaciones que por años me habían recomendado, sugerido, aconsejado, al grado que, hasta me las obsequiaron. Así es como llegué a Miami Beach y pasé una semana en Surfside, en un aparta-hotel, justo al lado del condominio que hace unas semanas colapsó,  resultando en una dolorosa tragedia que ha llevado luto a muchas familias y a toda una comunidad. Seguí con atención la intensa agenda de rescate, duelo y derroche de solidaridad que generó este evento.

Enseguida empezaron a surgir datos de que el edificio había dado señales de deterioro que requerían atención. Las investigaciones darán sus conclusiones en su momento. Pero queda esa sensación de que, cuando se toman precauciones a tiempo, se pueden evitar muchas adversidades y contratiempos. Esto aplica a cosas y personas. A veces, por ejemplo un electrodoméstico, un vehículo nos da evidencias de que necesita mantenimiento o reparación, y si no se atiende, luego nos parece una sorpresa cuando deja de funcionar “repentinamente”.

En cuanto a personas, hay esos momentos en que nuestro cuerpo, nuestra mente y hasta nuestras circunstancias empiezan a darnos señales de alerta “amarilla”: Mucho estrés, algún dolor físico puntual, un declive en nuestro entorno laboral… desánimo, desenfoque, fatiga frecuente… avanzamos hacia el colapso.  Entonces nos conviene atender esas pistas antes que se transformen en “Alerta roja”, antes de que nos derrumbemos abruptamente y entonces, en cuerpo y espíritu, quedemos sepultados bajo un enorme cúmulo de escombros. Puede sonar dramático, pero así sucede.  Podemos pasar de una vida hiperactiva e intensa, a una vida en la que aun respirando estemos atrapados, incapaces de superar sin ayuda el enorme peso que nos ha caído encima.  

Saber detenernos a tiempo es sabio. Quizás dejaremos de ganar algo, pero evitaremos perderlo todo. Es una pena, cuando el colapso sepulta nuestros sueños, nuestros talentos y nuestra voluntad de seguir adelante. Pienso en Lamentaciones, cuando el profeta ve la ruina de su pueblo, y aun entre cenizas y escombros piensa que la misericordia de Dios es nueva cada día, y su fidelidad sobrepasa nuestra calamidad (Lamentaciones 3). Dios es capaz de remover todo lo que nos agobia, y darnos nuevas fuerzas, para emprender nuevos capítulos en lo adelante.  Así sea!