Por Telésforo Isaac
¿Por qué la humanidad necesita el disfrute de la condición
apacible de espiritualidad? Se requiere tener un nivel apreciable de conciencia
espiritual que sirva de modelo; y aún más, es propicio tener ambiente de paz y
sosiego personal y grupal con presencia, y ostensible aporte corporativo
comprometido e influyente, y la presencia de las comunidades unificadas
de las diferentes religiones, mayormente de la cristiana, así como la sociedad
civil en general.
Es
preciso que los cristianos y personas de buena voluntad tengan un estado común
de sentimientos sobrentendidos, de pasiones benévolas, y estar en disposición
de unirse y servir de ejemplo de unidad en la diversidad.
Es propio estar disponible y presto en la vida virtuosa, a fin
de enfrentar de manera mancomunada: las crisis de gran envergadura que
azotan a personas desvalidas, a grupos privados de derechos humanos, a
comunidades que sufren de carencia de alimentos, de insuficiencia de auxilios
de salubridad, de ineficientes programas de enseñanza, de penurias de seguridad
social, y de todos estos y otras indisposiciones.
Al mismo tiempo, los fieles de todas las tendencias religiosas y
gente de buena vecindad deben estar motivados a auxiliar a pueblos y naciones
azotados por calamidades naturales, maléficas plagas, insalubridad, doblegadas
por regímenes dictatoriales, viviendo en caos incesantes de desórdenes
sociales, incoherencias políticas, artificios económicos, indiferencias de
ética-moral, o embestidos por actos vandálicos y terrorismos…
Este
artículo de asomo típico ético-moral sobre la necesidad de
espiritualidad comprometida, es el resultado de observar y anhelar un mundo
dado a la renovación de la práctica de la bienaventuranza, ya que es prudente
la modalidad existencial donde impere la conciencia unificada por la presencia
del Espíritu Santo, glorificando al Creador desde un mismo contexto, amando y
sirviendo con condescendencia humana; y efectuando acciones que podrían ayudar
a renovar las tradiciones religiosas y finalizar las divisiones eclesiales, y
dar por terminados los vergonzosos hechos del prosaico sectarismo, las
irregularidades en organizaciones eclesiales vigentes, los gobiernos
ineficaces, y corruptos.
Se
añade, que lo predicho en el párrafo anterior, es una declaración personal y
humana, tocante la necesidad de tener vidas consagradas y de
espiritualidad comprometida, como forma para llamar la atención por
motivo de sensibilidad, razonamiento lógico, sensatez; y sobre todo, el deseo
de ver el mundo renovado y disfrutando de justicia, fraternidad, respeto y
reverencia a la vida de los habitantes en el territorio dominicano, y los
seres humanos en todo los pueblos y naciones de la Tierra.
Se
profesa que hay un solo Dios, y que la patria es de todos; pero, el egoísmo y
las ambiciosas tendencias influyen en la consecución de las decisiones de
habilitar multitudes de organizaciones de adoración creadas, movimientos y
facciones políticos, meramente promovidas por intereses de ficciones humanas.
La
espiritualidad genuina y comprometida, puede contribuir a renovar o
descontinuar la tendencia de crear nuevas entidades que sólo satisfagan los
deseos de personas y grupos anómalas; es preferible y más beneficioso reforzar
la mancomunidad de la fe, y la gubernamental, para proveer acciones
corporativas para fines místicos y de servicios sociales; pues, es de lugar,
revestirse de espiritualidad, amando a Dios, sirviendo con integridad al
prójimo, y resguardándose uno mismo.