Tengo la firme convicción, basada en mi experiencia
caminando en la fe a lo largo del tiempo, de que Dios siempre está cerca, tal
como su Palabra lo establece. Somos nosotros quienes, en ocasiones, optamos por
distanciarnos de Él, y luego nos sorprendemos de por qué las cosas no van bien.
Una lección importante que he aprendido es que nuestra
actitud de seguir nuestro propio parecer, cuando no concuerda con la dirección,
instrucción o guía divina, complica las cosas. Un ejemplo claro es el caso de
Jonás, quien no estaba de acuerdo en absoluto con el plan que Dios le propuso.
Tomó la decisión de huir de la presencia de Dios, ¿pero realmente es sensato
hacer algo así?
Mis reflexiones, basadas en la experiencia de Jonás,
sugieren que alejarnos de Dios solo complica más las cosas, afectándonos a
nosotros y a quienes se cruzan en nuestro camino. Cuanto más lejos estamos,
menos sensatas son nuestras actitudes. En el mejor de los casos terminamos
regresando al punto de partida para obedecer, después de haber padecido las
consecuencias de nuestras acciones. Pero a veces el precio que pagamos es muy
alto o lamentable.
Reconozco que todos, en algún momento o de alguna manera, nos hemos comportado como Jonás, con obstinación, soberbia y falta de compasión, formando una fórmula poco saludable. Vale la pena considerar si es sabio disputar de esa manera con el Creador.
*Imagen: Pixabay de uso libre.
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