En Efesios 6:4, encontramos una guía conmovedora sobre
la relación entre padres e hijos. La sabiduría impartida en este pasaje va más
allá de la mera crianza; es un llamado a la responsabilidad y el amor
incondicional. El mundo ahorraría muchas lágrimas si esta instrucción se aplicara masivamente.
En primer lugar, se insta a los padres (Mamá y Papá) a no provocar la
ira de los hijos. Esto implica ser conscientes de nuestras palabras y acciones
para no convertirnos en fuentes de amargura o enojo innecesario. En cambio, la
tarea es levantarlos, nutrirlos y proveer para su crecimiento.
La disciplina se presenta como un componente clave, para
fomentar la responsabilidad. Permitirles a los hijos tomar decisiones y enfrentar las
consecuencias es una parte esencial de este proceso, ya que la libertad va de
la mano con la responsabilidad.
La amonestación, por otro lado, se presenta como una
forma de advertir sobre los peligros de decisiones poco sabias. Los padres
tienen la tarea de prevenir a sus hijos sobre riesgos que van a encarar y enseñarles a considerar el costo-beneficio
de sus elecciones.
No es a nuestro criterio, sino en la disciplina y
amonestación del Señor, nuestro padre Celestial. Recordarles a los hijos que tenemos un Padre celestial,
uno perfecto que ofrece amor incondicional, es esencial. Al igual que Dios no
rechaza a sus hijos a pesar de todo, los padres terrenales también deben emular
este amor incondicional. No solo se trata de proveer materialmente, sino de ser
guías sabios y amorosos que fomenten el crecimiento y la responsabilidad.
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