Basado en
el Salmo 63
Cuando el rey David
escribió el Salmo 63, se encontraba en el desierto de Judá. Lejos de la
comodidad, del templo y de su trono, expresó una necesidad mucho más profunda: “Dios,
Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te
anhela” (Salmo 63:1).
Este deseo no era
pasajero ni producto de una sola experiencia espiritual. Era el anhelo
constante de un corazón que conocía a Dios de manera personal. No deseaba
simplemente los dones de Dios, sino a Dios mismo. En su alma ardía una sed que
solo el Señor podía saciar. Y lo sabía porque ya había probado de Su bondad: “Porque
mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán” (v.
3).
Esa clase de
satisfacción —una inmensa satisfacción— no se alcanza de forma inmediata.
Requiere una búsqueda intencional, profunda, perseverante. Viene como resultado
de la meditación prolongada en la Palabra. Al pasar tiempo con Dios en oración
y estudio, el velo espiritual comienza a levantarse. Podemos ver más claramente
Su gloria reflejada en las Escrituras, como dice 2 Corintios 3:18.
Hoy, puedes hacerte
algunas preguntas prácticas: ¿Cómo estás usando tu tiempo? ¿Qué espacios estás
apartando para encontrarte con Dios? Pídele sabiduría para redimir tus días y
el deseo de volver tus ojos a Su Palabra. Ora también para que Él abra tu entendimiento,
de modo que puedas ver Su gloria y experimentar una relación más íntima con Él.
Cuando buscamos a Dios
de esta manera, con todo nuestro corazón, Él nos satisface como nadie más puede
hacerlo. Nos da firmeza, claridad y propósito. Y desde esa plenitud, podemos
vivir con valor, haciendo declaraciones audaces de fe que honran Su Nombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sus comentarios son bienvenidos!