lunes, 29 de diciembre de 2025

LA OPCION DE LA QUIETUD

 


Pensamientos en el umbral de año nuevo

En la transición hacia un nuevo año vuelve a ocuparme un tema antiguo y persistente: el aburrimiento. Esa condición en la que muchos caen apenas se extingue la acción, la ocupación o el entretenimiento. Pareciera que hemos llegado a creer que nuestros sentidos no necesitan reposo y que deben permanecer siempre sometidos a una estimulación constante, cada vez más intensa.

En mi caso, pocas veces he llegado a ese estado. Hace tiempo me inscribí en la escuela de quienes buscan, aman y disfrutan la quietud, el silencio, la contemplación y la grata compañía de sí mismos.

Por eso me reconozco en las palabras de Pascal, cuando afirma que gran parte de la desdicha humana nace de no saber permanecer en silencio y a solas, y de preferir la prisa y la bulla antes que el ejercicio honesto de pensar.

También me cuento entre quienes, especialmente al final del año, se detienen en un proceso íntimo de autoevaluación. No se trata de torturarse, sino de escuchar con atención las preguntas que verdaderamente importan:

¿Quién soy y qué valoro?
¿Qué me apasiona hoy?
¿Qué dones me ha dado Dios y cómo los estoy ejerciendo?
¿Qué pasos necesito dar ahora para que mi futuro sea mejor que mi pasado?
¿Cómo quiero que me recuerden?

Aunque algunas respuestas tardan en llegar, este examen de conciencia culmina en un clamor al Altísimo, pidiéndole luz y dirección:

“Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón;
ponme a prueba y sondea mis pensamientos.
Fíjate si voy por mal camino
y guíame por el camino eterno.”
Salmo 139:23–24

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