jueves, 25 de septiembre de 2025

¿FALSO O VERDADERO?

Uno de los cargos que con mayor frecuencia debía reclutar durante mi carrera en Gestión Humana era el de Cajero. Al entrevistar candidatos con experiencia, solía preguntarles si habían tenido la ocasión de detectar billetes falsos. La mayoría respondía que sí, y que el uso de dispositivos para verificar la legitimidad de los billetes les facilitaba mucho el trabajo.

En una ocasión recuerdo haber profundizado con un candidato y le planteé:
—¿Qué harías si no tuvieras una máquina que te ayudara?

Él me respondió con seguridad:

—Si eres un cajero entrenado, no es difícil. El entrenamiento consiste en conocer bien todas las características del billete verdadero. Cuando lo conoces a fondo, cualquier falso, por idéntico que parezca, se puede identificar.

Esa respuesta se grabó en mí, porque entendí que el mismo principio aplica a la realidad de la cultura en que vivimos: una sociedad saturada de información falsa, manipulada y tergiversada, que hoy alcanza niveles desproporcionados con la comunicación viral. Vivimos en una era de maleantes informáticos que lanzan trampas para engañar y defraudar sin escrúpulos.

¿Cómo evitar caer y ser víctimas de la falsedad y  el engaño?

Técnicamente, existen instrucciones y advertencias para orientarnos cuando surgen dudas o confusión.

Pero espiritualmente, ¿qué hacer? Para reconocer lo falso, necesitamos estar impregnados de la Verdad. Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). Y antes de ir a la cruz oró así por sus seguidores:

“Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Jn 17:14-19).

Aferrarnos a las verdades eternas reveladas en la Biblia, la Palabra de Dios, nos da discernimiento y sabiduría para vivir a salvo del error y la falsedad. Y además, nos capacita para ayudar a otros a conocer también la Verdad en Jesucristo.

“Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Jn 5:20). 

lunes, 22 de septiembre de 2025

ENFRENTANDO EL DOLOR DE LA TRAICION


"Cuando el hacha entró en el bosque, los árboles susurraron: ‘El mango es uno de los nuestros’."
Así ocurre con la traición: no viene de afuera, sino de alguien que forma parte de nuestra vida, alguien en quien confiamos. Esa herida es más profunda porque la produce una mano conocida.

En la Escritura encontramos este dolor reflejado en Judas, que no era un extraño ni un enemigo declarado, sino uno de los discípulos más cercanos al Señor. Caminó con Él, escuchó su voz, compartió la mesa y, aun así, lo entregó con un beso. Aquello que debía ser un gesto de afecto se convirtió en señal de traición. Jesús ya lo había anticipado al recordar las palabras del salmista: “El que come pan conmigo levantó contra mí su calcañar”.

Sin embargo, lo más sorprendente no es la traición en sí, sino la manera en que Jesús la enfrentó. No se dejó paralizar por la amargura, ni detuvo su misión por causa del dolor. Incluso en el momento decisivo, se dirigió a Judas llamándole “amigo”. Con ello nos muestra que el veneno de la traición no debe gobernar nuestro corazón.

Todos, en algún momento, podemos sentir el golpe del hacha cuyo mango es de nuestra propia madera. Pero la enseñanza de Cristo es que ese dolor no tiene la última palabra. La traición puede herirnos, pero no puede apartarnos del propósito de Dios si confiamos en Él. El camino no es guardar rencor, sino poner la herida en las manos del Señor, seguir adelante y permitir que Su gracia transforme aquello que parecía una pérdida en parte de Su plan redentor. 

miércoles, 10 de septiembre de 2025

CANTANDO EN TIERRA EXTRANJERA

El Salmo 137 nos recuerda la nostalgia de los israelitas en Babilonia, quienes, lejos de su hogar, preguntaban: “¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños?” (Salmo 137:4). Esta pregunta resuena en mi experiencia personal, pues de un tiempo a esta parte me ha tocado cantar, orar y estudiar la Biblia en otro idioma. 

Aunque no sea por exilio o por cautiverio, ser extranjero siempre tiene sus retos. Vivir en una cultura diferente implica adaptarse a mentalidades, feriados, usos y costumbres que no siempre se sienten propios. También hay momentos nostálgicos en los que el corazón busca reconectarse con aquello que considera parte de su esencia. En mi caso, evocando mis primeros días de fe, recordé los himnos que marcaban las reuniones en mi antigua congregación. Decidí buscar  y comprar en línea un ejemplar  del himnario de mi juventud.

Cuando finalmente llegó a mis manos, comencé a susurrar aquellos viejos himnos, transportándome a momentos muy gratos de alabanza y adoración en el idioma de mi corazón. Fue como si, a través de esas canciones, mi espíritu hallara un refugio en medio de lo desconocido, afirmando que Dios trasciende idiomas y fronteras.

Hoy sé que cantar en tierra extranjera es un acto de confianza y esperanza. Es declarar que, sin importar dónde estemos, seguimos siendo del Señor y Él sigue siendo fiel.

Cantar en tierra extranjera puede parecer difícil, pero es un acto de fe que nos conecta con el Señor y nos recuerda que somos peregrinos en esta tierra, pertenecientes a un hogar eterno que nada ni nadie puede quitarnos.