“Echa tu pan sobre las aguas; después de muchos días lo hallarás” (Eclesiastés
11:1)
Tengo que confesar mi entusiasmo y esperanza con la iniciativa puesta
en marcha en el país para implementar un programa masivo de alfabetización de
adultos. Mis entrañas de educadora se
conmueven, y me conecto con aquellos días en que personalmente me ocupé de un
grupo de adultos iletrados en un esfuerzo similar. Desde entonces no acepto que usemos el
adjetivo ‘analfabeto’ porque tiene una connotación ofensiva y excluyente. La realidad
es que, aun sin acceso a la lectoescritura, estos ciudadanos suelen tener mucha
destreza mental y más de un tipo de inteligencia desarrollada.
Mis tardes de domingo, en mi fresca juventud servían para reunir un grupo de 6 personas,
el más joven de ellos, JJ, tenía 17 años, y no escribía siquiera su nombre. La
señora MP, era la de más edad; tendría unos
50 y tantos, y su casa era nuestro punto de reunión. El transporte público
llegaba hasta un punto y de ahí yo tenía que caminar cerca de un kilómetro para
llegar a aquel hogar. De camino,
usualmente encontraba a JJ jugando beisbol en la calle, y le hacía señas para que me siguiera. A qué me
seguía JJ era una especie de secreto entre nosotros, pues una de las
dificultades del adolescente era que se apenaba de que sus amigos supieran que
ahora era cuando iba a empezar a aprender a leer y escribir.
Se espera que una mente joven y
con pocas responsabilidades tenga mejor provecho educativamente, sin embargo,
mi gran sorpresa era la Sra. MP, que durante la sesión mostraba dificultad para
asimilar, pero al parecer en la semana practicaba y me recibía con la sorpresa
de leer y escribir mejor las palabras de
la clase anterior. Sus avances
compensaban todas mis frustraciones de pensar que aquellas horas de esfuerzo no
tuvieran fruto. Es casi como un milagro
cuando la transformación ocurre y sientes que pones a alguien en libertad
cuando sus ojos pueden leer y su mano puede escribir.
Así que yo animo a los jóvenes que
pueden involucrarse en esta nueva jornada, a sembrar esa semilla con paciencia
y amor, porque después de algún tiempo, a veces muchos días, germinará. No todos lo lograrán,
pero hay que hacerlo por aquellos que sí están dispuestos y necesitan ayuda. El video que compartimos, que es parte de la promoción
del estado para este proyecto, nos
muestra que alfabetizar es como excavar una mina de oro.
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