En los tiempos Bíblicos y en la Iglesia Primitiva, la mayoría de las personas no sabían leer. La historia Bíblica fue escrita para ser leída en voz alta a las masas y era cantada o murmurada y asimilada por las personas. Jesús, un maestro comunicador, usaba relatos y símbolos para enseñar a las multitudes.
Cuatro mil millones de personas aún hoy, aprenden a través de escuchar y no de leer. Muchas mujeres alrededor del mundo son principalmente comunicadoras orales, donde la comunicación verbal es el método preferido de enseñanza y aprendizaje. Algunas mujeres hablan varios idiomas y son capaces de memorizar gran cantidad de información. Muchas que están aprendiendo a leer luchan para comprender lo que leen. Mientras que algunas comunicadoras orales pueden leer y escribir, muchas no. Las personas en sus comunidades raramente usan estas habilidades para comunicarse sobre una base diaria en sus relaciones y transmitir valores y verdades.
Comunicadores orales que sinceramente quieren seguir a Jesús a menudo están sin una enseñanza propia porque son pocos los que les pueden enseñar oralmente. Necesitan escuchar las verdades de la Biblia a través de métodos de comunicación familiares para ellos, tales como relatos, canciones y repeticiones. Cuando las escuchan en maneras que ellos las entienden, las asimilan y pueden responder a la voz del Espíritu Santo y recibir la salvación y dirección en su diario vivir a través de Jesucristo.
Mucho se cuestiona hoy en día que la iglesia esté envuelta en la educación y las políticas públicas tienden a querer desligar a los sistemas educativos de las instituciones religiosas. Pero no podemos esconder el significativo aporte que hace la comunidad de fe cuando se propone ser un agente de transformación por medio de hacer disponible a las comunidades pobres , de centros donde desde temprano los niñas tienen la oportunidad, quizá no con toda calidad que se requiere, pero obtienen una educación básica que de otra manera no lograrían.
Es una pena que los porcentajes destinados a la educación en los presupuestos de nuestros países sean usualmente muy pequeños en proporción con la real necesidad. Entonces vale el esfuerzo que haga la iglesia para ayudar, aunque sea una persona a la vez.
Conservo la foto de aquella mujer cristiana que en una actividad en su pueblo se me acercó y me dijo que oía nuestros programas de radio, y que oírlos la impulsaba a querer leer la Biblia, pero no sabía leer. Se propuso aprender. Le pidió a un tío suyo que le regalara una biblia. Su tío primero se rió un poco incrédulo que ella pudiera sacarle provecho alguno a una biblia que no podría leer. Sin embargo, ella compró también un libro de alfabetización, y por sí misma, sin tutor, fue aprendiendo. Su testimonio lo publicamos hace tiempo en un boletín, como un ejemplo de lo que es posible lograr cuando no nos resignamos a vivir en desventaja, teniendo las facultades mentales para superarnos.
Si estas entre las mujeres limitadas por la necesidad de educación, da un paso, busca las organizaciones que ofrecen este servicio, y esfuérzate! Es posible aprender y progresar.
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