El
ardiente sol brilla igualmente sobre una anónima mujer y sobre el príncipe que,
sediento y exhausto, descansa brevemente en una pausa de su intensa agenda. Ella avanza hacia este punto de encuentro, y
se acerca sin saberlo, a una cita con el futuro. Es que ella era la razón por
la que a él le era necesario pasar y detenerse allí.
Ella llega entre cortinas
de ondulante calor. También está cansada, no tanto por la vasija que carga
sobre su hombro, como por el vacío que lleva en el corazón. El vacío que le ha
quedado de los excesos vividos en los años pasados. Los torrentes de pasión que
una vez arrastraron su vida han seguido hoy su curso. Está cansada y
desgastada, con el rostro marcado por los sufrimientos de su pasado. El que llegue en medio del calor agobiante del mediodía nos susurra algo
de su reputación. Otras personas hacen este recorrido al amanecer, a una hora más fresca y tranquila.
Muchos
chismes se dicen de esta mujer. Criticada y acusada por las damas de su
comunidad, ella prefiere el desprecio del sol; cualquier cosa con tal de evitar
las miradas endurecidas de las de mejor reputación.
Siempre hace este recorrido
al medio día, y siempre sola, con la única compañía de sus pensamientos, que también
la acusan de haber gastado sus mejores años en un recorrido accidentado e
infructuoso. Se siente en un callejón sin salida, sabe que nunca podrá devolver
el tiempo ni borrar su historia y se resigna a seguir un camino equivocado,
intimando con un hombre en una relación que no la llevará a ninguna parte. Lo sabe,
pero piensa que lo necesita por el momento. Es como si siempre se
conformara con migajas, o gotitas de agua que calmen su sed de amor y de
felicidad. Es una pena.
Ella
lo alcanza a ver: está sólo, sentado en medio de la nada. Es extraño que haya
alguien por aquí y a esa hora. Parece una alucinación. Cuando sus ojos se encuentran con los del príncipe,
él ve la necesidad y el dolor dentro de ella. Ve la cisterna que permanecerá
siempre vacía en su alma a menos que él la llene. Mediante sus ojos él entra y
ve en el pasado de ella con ternura. Ve cada una de las llamas de su pasión y
cada pasión que se ha quemado en
fracaso. A esa mujer anónima que ha fracasado en la vida, él le da una profunda
lección de espiritualidad, una extraordinaria revelación que contrasta con su
vida hasta ahora distante de Dios y de
sus principios.
El príncipe la confronta consigo misma y le ofrece el don de
Dios: agua viva. No es algo que se pueda ganar, no es un premio que se pueda obtener.
Es un regalo que se recibe y se acepta.
Ella
lo ve al principio como un simple judío,
luego un señor, después un profeta. Y ahora lo ve como quien realmente
es, ¡EL MESIAS!. En ese momento íntimo de comprensión, la libertad la ha invadido,
y siente gozo y paz que nunca conoció. La
transformación es única. No es un capítulo nuevo de su vida, es un nuevo libro.
Es un registro nuevo, una nueva canción. Ya no es una cisterna seca, es un
salto infinito de agua abundante y
fresca.
–Recreación de la historia de la Samaritana.
Evangelio de Juan, capítulo 4.
18-Aug-2012
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