Me
tocaba enseñar la clase bíblica en la iglesia el siguiente domingo. La guía de
estudios a veces es estupenda, otras veces es, a mi parecer, muy convencional. El tema que
tocaba, en una serie sobre los atributos de Dios era, el amor. Y me pregunté
¿Cómo hago para hablar de un tema que para la mayoría parece obvio, que lo
damos por hecho y garantizado? ¿Cómo lograría hablar por una hora, del tema más
agradable de la biblia, sin sonar reiterativa de lo que todos ya saben y que resultara edificante?
Fue bueno que me hiciera esas preguntas,
porque, sin profundizar mucho empecé a
despertar de mi submundo de espiritualidad y darme cuenta que estaba frente a
un tema complejo y enmarañado. Lo que se
hace más difícil de explicar desde la mentalidad finita del ser humano es cómo
encaja el amor de Dios ante la realidad de un mundo que padece grandes
desequilibrios, calamidades, hambre, guerra, desastres naturales, y mucho más.
Luego
hallé un texto que definitivamente catapultó mi sospecha de que estaba frente a
un tema complicado: El autor D.A. Carson publicó un libro titulado “La difícil doctrina
del amor de Dios” y la califica de difícil, porque, afirma “el amor es un tema
distorsionado, casi todo el que dice creer en Dios lo considera un Dios que
ama, pero muchos de esos mismos no reconocen otros atributos de Dios por igual”.
¿Qué otros atributos: su justicia, su santidad, su omnisciencia y omnipotencia,
todo en proporción más allà de toda comprensión humana.
Carson
dice que debemos ver el amor de Dios en el contexto de su soberanía, de su providencia y
de su personalidad en conjunto. No se trata de un amor emocional y
sentimentalista como el amor humano. No es tampoco un amor pluralista donde se
da cabida a toda suerte de manifestaciones, prácticas y conductas que
abiertamente son rechazadas por Dios.
Hay evidencia en las enseñanzas de la
Biblia, de que el amor de Dios se manifiesta en varias formas, pero el que
concierne a la mayoría de la raza humana es aquel conduce a la salvación por
medio del sacrificio de su hijo. Es el amor de Dios el que le hace ser fiel a
sus promesas, (amar es honrar un compromiso) es un amor voluntario, una
decisión consciente de entregarse por el bien de los demás. Está íntimamente
relacionado con su misericordia y su fidelidad, las cuales son
inmensurables, imposibles de ubicar en
una línea de tiempo porque son parte de su esencia desde la eternidad y hasta
la eternidad.
Amor,
gracia, bondad, perdón, verdad, compasión, fidelidad, una mezcla de virtud que
equilibra la justicia y la santidad de un Dios balanceado en su persona,
carácter y atributos.
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