¿Es posible que la
cabeza de una persona justa pueda estar en manos de gente vil y malsana? Pregúntele a Juan el Bautista.
“La voz que clama
en el desierto”, precursor del mesías, es un modelo excepcional de humildad,
sacrificio y dedicación. Con sus dotes
de líder innato y la autoridad de su carácter personal granjeó muchos seguidores, a los cuales tuvo que
aclarar que él no era el Cristo. “Es
necesario que él crezca y que yo mengüe”
llegó a afirmar. Los líderes religiosos y los gobernantes lo trataban a
distancia, temiendo a la credibilidad e
influencia que Juan tenía en el pueblo llano.
Y para coronar sus méritos,
el propio Jesús lo consideró “el más
grande entre los hombres”. Pero… ¡Paradojas
de la vida!, Conspiradores sin un ápice de virtud (al contrario, viciados de
prácticas repugnantes), tienen la facultad de pedir y recibir la cabeza del
siervo en una bandeja.
Pregúntele además a Daniel, el profeta cuyos enemigos no
hallaban tacha en él con la cual descalificarlo, y asecharon ávidos, e intrigaron hasta lograr que fuera echado al
foso de los leones.
Entonces no podemos
sorprendernos, de que hoy día este cuadro se repita. Es complejo explicarlo,
pero hay que estar conscientes de que es una realidad. Son las injusticias que
se viven debajo del cielo, en este mundo caído, plagado de almas oscuras, que
harán siempre lo posible por apagar las luces que pongan en evidencia sus malas
prácticas.
El justo a
conciencia siente la aversión, la hostilidad,
las maquinaciones, respira las amenazas silentes de gente ruina,
acostumbrada a salirse con la suya por medios ilegítimos. Sí, hacer lo correcto
le puede costar su cabeza.
¿Por qué Dios libró
a Daniel y no libró a Juan?, eso tampoco puedo explicarlo, y lo pienso a la luz
de la eternidad, y lo veo con los lentes de la fe en un Dios soberano cuyos
dominios trascienden las fronteras de la muerte física.
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