"Solo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente, es un monstruo grande y pisa fuerte, toda la pobre inocencia de la gente" --Canción de Mercedes Sosa.
Se estima
que cerca del 90% de las víctimas de guerra en la actualidad son civiles, la
mayoría de ellos mujeres y niños, en contraste con lo que sucedía hace un
siglo, cuando el 90% de los que perdían sus vidas era personal militar.
Aunque
comunidades enteras sufren las consecuencias de los conflictos armados, las
mujeres y las niñas se ven particularmente afectadas debido a su condición
jurídica , social y su sexo. A menudo las partes en un conflicto violan a las
mujeres, y en ocasiones utilizan las violaciones sistemáticas de las mujeres
como una táctica de guerra.
El número
cada vez mayor de conflictos armados y las violaciones vinculadas con ellos han
dado lugar a un aumento en el número de corrientes forzadas de desplazamientos
internos y de refugiados. Los abusos de que son víctimas las mujeres y las
niñas en los conflictos armados pueden adoptar diversas formas, como la
violación, la esclavitud sexual y la prostitución forzada. Las refugiadas
siguen siendo vulnerables a la violencia y la explotación cuando huyen, así
como en los países de asilo y durante la repatriación.
A pesar de
esto, las mujeres no deben ser consideradas únicamente víctimas de guerra.
Asumen la función fundamental de garantizar la subsistencia de la familia en
medio del caos y la destrucción, y participan activamente en el movimiento en
favor de la paz a escala comunitaria, fomentando la paz en el seno de sus
comunidades. Sin embargo, la ausencia de la mujer de la mesa de negociaciones
sobre la paz es innegable.
El Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha publicado
directrices sobre la protección de las refugiadas, incluida la prevención de la
violencia sexual contra ellas y la respuesta que se debe dar en esta situación.
El ACNUR ha
procurado garantizar que las refugiadas obtengan protección adecuada con
arreglo al derecho internacional, especialmente en las circunstancias en que
son víctimas de persecución basada en el género.
Aunque las
mujeres han desempeñado variadas funciones durante la guerra y en el
establecimiento de la paz, especialmente como personal médico y administrativo
y cada vez más como observadoras de elecciones, han quedado en gran medida al
margen de las negociaciones oficiales de paz y de los procesos de adopción de
decisiones sobre cuestiones relacionadas con la guerra y la paz.
No obstante,
existe una comprensión cada vez mayor de la función de la mujer en la solución
de conflictos y de las aptitudes y habilidades concretas que aporta al proceso
de adopción de decisiones.
En varios
Estados, las mujeres ocupan cargos de adopción de decisiones a alto nivel,
entre ellos los de ministras y jefas de departamento, cargos que tienen
importantes repercusiones para la prevención de conflictos y los procesos de
paz.
Ahora ¿qué
perspectiva espiritual podemos darle a un clima social y político como este?
La guerra nunca es algo bueno, pero algunas veces no
parece haber alternativa. En un mundo lleno de gente pecadora (Romanos
3:10-18), la guerra es inevitable. Algunas veces la única manera de evitar que
la gente pecadora haga más gran daño es precisamente usando la fuerza.
¡La guerra es tan algo terrible! Sin
embargo parece ser una realidad ineludible en el campo espiritual también. Dios
es conocido como Jehová de los ejércitos.
El cuadro de Jesucristo que hallamos en Apocalipsis
19:11-21 proclama, “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco,
y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.”
Nos presenta a Jesús como un soldado. Y
los creyentes somos soldados.
Eclesiastés 3:8 declara que hay, “tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo
de guerra, y tiempo de paz” En un mundo dominado por el pecado, el odio y la
maldad (Romanos 3:10-18), la guerra es inevitable. Todas las guerras son
última instancia el resultado del pecado. Los cristianos no deben desear
la guerra, pero si considerar cómo mitigarlas. La cosa más importante que
podemos hacer en un tiempo de guerra es orar por la buena sabiduría de nuestros
líderes, orar por la seguridad de nuestros ejércitos, orar por una rápida
solución al conflicto y orar por un mínimo de muertes – de ambos lados del
conflicto.
No hay manera sencilla de ver este tema, lo que quiero
plantear es que los conflictos armados son una realidad, y la mujer es en gran
medida victima de ellos, pero podemos ser algo más que víctimas, podemos ser
agentes de paz, de sanidad y de esperanza para las demás personas en
condiciones desfavorables.
Se estima que cerca del 90% de las víctimas de guerra en la actualidad son civiles, la mayoría de ellos mujeres y niños, en contraste con lo que sucedía hace un siglo, cuando el 90% de los que perdían sus vidas era personal militar.
¡La guerra es tan algo terrible! Sin embargo parece ser una realidad ineludible en el campo espiritual también. Dios es conocido como Jehová de los ejércitos.
Eclesiastés 3:8 declara que hay, “tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz” En un mundo dominado por el pecado, el odio y la maldad (Romanos 3:10-18), la guerra es inevitable. Todas las guerras son última instancia el resultado del pecado. Los cristianos no deben desear la guerra, pero si considerar cómo mitigarlas. La cosa más importante que podemos hacer en un tiempo de guerra es orar por la buena sabiduría de nuestros líderes, orar por la seguridad de nuestros ejércitos, orar por una rápida solución al conflicto y orar por un mínimo de muertes – de ambos lados del conflicto.