En algún lugar del sector Guaricanos
(Santo Domingo Norte), en una calle de cuyo nombre, aunque quisiera no puedo
acordarme, detengo el auto para comprar unas frutas y desayunar, siendo ya tipo
11 de la mañana. Me acompañan dos compañeras de labor que estamos visitando y
entrevistando microempresarios que nominaremos a una premiación.
Mis compañeras se alejan los metros que nos
distancian del frutero para hacer el pedido, mientras yo prefiero, aunque salí
del auto, quedarme junto a él para “cuidar nuestras pertenencias y el propio
vehículo”. Pero justo junto a mí hay dos individuos sentados en sendas sillas plásticas
en la acera. Uno de ellos enseguida se levanta y me ofrece la silla. Mi cerebro
rápidamente determinó que lo mejor era acceder y así lo hice.
En 5 segundos ya
estaba yo sentada al lado de desconocidos en una calle sin nombre… y con mis
ojos rogaba a mis compañeras de viaje que regresaran pronto. No fue así… en los
siguientes 5 minutos (que me parecieron como eternidad) , supe que el joven que
quedó sentado, quería “volver a creer en el amor y la amistad” ya que su mejor
amigo lo traicionó, informándole a su novia de sus supuestas andanzas, teniendo
como resultado que ahora no tiene ni novia ni amigo… Me dijo también que era increíble
que siendo él “taaaan tímido”, se sintiera en confianza de abrirme su corazón y
contarme esas cosas sin siquiera saber mi nombre; y mi cerebro sigue trabajando, interpretando
cuántas niñas ingenuas se compadecerían de este joven victimizado, y cuántos
otros “mueluses” en fracciones de segundo arman una historia para iniciar su
próxima conquista.
Mi liberación llegó al acercarse mis compañeras con las
anheladas frutas; subimos al auto y emprendí velozmente la huida, sin darle al
joven de marras seña alguna de compasión.
Gthompson,
Sept 5 2015
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