La fe, más preciosa que el oro,
probada por el fuego a su máximo poder,
es la que me pides que compre de
ti.
Tu Palabra, más deseable que mucho oro refinado,
es la que me enriquece en mi pobreza de espíritu.
Tu rostro resplandeciente como oro bruñido,
Tu ciudad, con calles recubiertas de oro macizo,
Tu sol brillante al amanecer,
son mi esperanza entre tanto se disipa
la escoria y la tiniebla de este
siglo.
Tu promesa de una corona dorada
para sellar sobre mi cabeza
la realeza de las abundantes riquezas
de tu gracia a mi favor
me hace suspirar día a día
por encontrarte de frente, cara a cara.
No, no soy codiciosa,
pero sí ambiciosa de Tenerte,
de poseerte hasta más no poder
porque eres, absolutamente,
una mina infinita de tesoros.
Gthompson , Sept 28, 2016
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