“Por mucho tiempo el uno por
ciento de la iglesia (pastores y
misioneros a tiempo completo) habían visto al otro 99% que no son
“profesionales del ministerio” como los que tienen que sustentar a ese 1%. Creo que tenemos que arrepentirnos de eso, y
reconocer que gozosamente, la realidad debe ser que ese 1% existe para apoyar
el ministerio del 99% compartiendo la visión y equipándolos de modo que toda la
iglesia sea movilizada y completar así el cuerpo de Cristo. Sea que seas un
ministro, un médico, un deportista, lo que seas, Dios te ha dado un ministerio
y te ha dado dones para llevarlo a cabo”
-- Michael OH, director de
la GWF (Foro Global de Trabajo del Movimiento
Lausanna) --
Escuché a Michael Oh
expresar esto en alusión a la necesidad de que los cristianos dejemos de ver
una frontera entre nuestra vida “secular” y la vida espiritual. Cada espacio
dónde estemos y en lo que sea que hagamos laboral, académica y socialmente,
somos enviados para “hacer ministerio”; pero reducimos la vida espiritual al
“monasterio”, es decir, reducido a lo que hacemos bajo el techo y los límites de
las paredes del templo.
El domingo pasado, al salir del templo de mi iglesia de origen en San Pedro de Macorís, tuve el agrado de
saludar a uno de los ancianos (de edad) de la congregación, padre de una
generación de hombres y mujeres que sirven fielmente al Señor. Ese señor, de 89
años, me decía con tristeza y lamento que él ya no podía responder al
entusiasta llamado que hizo el pastor esa mañana, de anotarse en los grupos de
evangelismo que salen a visitar, porque de repente puede sufrir uno de esos
vértigos que en su vejez le aquejan. Recordó y me mencionó los viejos tiempos (más
de 50 años) que acompañaba a los misioneros y jóvenes de pueblo en pueblo a
tocar puertas y ganar almas. Yo intenté
consolarlo diciéndole que el Señor debía estar muy complacido del servicio que
él ha prestado, que hizo ministerio no solo a los de afuera, sino ganando a sus
propios hijos, y que ahora, además de orar por los que sí pueden ir, él aún
puede evangelizar a aquellas personas que Dios le acerque, aunque él no pueda
salir.
En resumidas cuentas, tiene
razón Michael Oh, todos los días y en todas partes, el 100% de la iglesia tiene
el compromiso, la responsabilidad, el privilegio y la oportunidad de proclamar
el evangelio, siendo embajadores por medio de los cuales Dios reconcilie
consigo al mundo.
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