Más de una vez también me he
preguntado: ¿Por qué las instituciones
están dispuestas a pagar cuantiosas sumas de dinero por el consejo
de asesores externos, cuando al parecer tienen a bordo gente con sobrada experiencia y competencia
en el negocio? ¿Cómo se le solicitan servicios de asesoría a un tercero a pesar
de que el consultor contratado desconoce la dinámica interna de la organización,
los detalles de las operaciones diarias y la cultura que tarda años en tomar
forma y arraigarse en una empresa? Y
escucho la queja de los internos: “Ellos vienen (los consultores), nos toman
tiempo en entrevistas, tenemos que responderles montón de preguntas, buscarles
documentos, pasearlos por todas partes para que observen nuestras acciones,
hacer las tareas que nos dejan, y luego leer y revisar sus informes y sus
recomendaciones... usted piense que más…
Dice el proverbio que “quien
está en la selva no ve los leones”. Necesitamos a los consultores por una
diversidad de razones:
a)
Para mejorar desempeño ( aunque la institución
tenga niveles satisfactorios en este orden)
b)
Para actualizar planes, procesos o iniciativas
que la gerencia no tiene tiempo de detenerse a realizar.
c)
Para facilitar procesos de planificación
estratégica, sirviendo de catalizadores para integrar, refinar y compilar los
aportes de cada uno de los individuos y áreas funcionales de la organización.
d)
Para desaprender culturas y descontinuar prácticas que pueden estar
enraizadas en la organización y que llegan a causar que esta se estanque y no
tenga la facilidad de reinventarse, de “pensar fuera de la caja”.
Lo ideal es que un consultor tenga
recorridas algunas millas más que los asesorados, que haya estado “en sus
zapatos”. Sin embargo, la experiencia
nos ha enseñado que en algunos casos, el camino trazado bajo la asesoría de un
consultor externo es un camino errado, y nos damos cuenta tarde, cuando ya no
hay “garantía” del servicio prestado, y la responsabilidad por los resultados
queda sobre los hombros de los líderes de la organización. Talvez no les dimos los
insumos correctos para realizar su diagnostico y recomendaciones. Tal vez nos han traído una
formula enlatada que venden en cada esquina y con poco de Copy-Paste nos entregan un traje que parece
hecho a medida… y tarde nos damos cuenta que ese traje nos queda mal…
Quizá sería bueno antes de
decidir solicitar un consultor para un proyecto, nos conviene avanzar el
trabajo que él haría, con preguntas reflexivas como:
¿Cómo y dónde debe estar mi
organización en dos/tres años?
¿Qué debo “yo” lograr en este
año?
¿Cómo voy a hacer que ese
logro ocurra? (Ejecución de las metas)
¿Dónde puedo encontrar a otros
que hacen algo similar, especialmente aquellos que lo están haciendo bien? (Benchmarking).
¿Qué lecturas, cursos u otras
oportunidades hay disponibles para aumentar mi conocimiento?
Alguien dijo que una de las
cualidades sobresalientes de un gerente
debe ser contar con una mente cuestionadora y reflexiva. Esa es la facultad que
da cabida al consultor: él viene a hacernos las preguntas que nosotros mismos
podríamos vivir haciéndonos. Si en su dinámica está ese factor, de pronto usted
ha crecido y perfectamente puede haberse convertido en el consultor, que otros esperan y necesitan.
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