Sentada
en la sala de espera del consultorio de mi doctora, tenía frente a mi este
cuadro y le tomé una foto para usarla de portada en esta reflexión. La trillada frase que presenta, la he
escuchado y verbalizado incontables veces. "La recompensa de hacer un trabajo bien hecho, es la oportunidad de hacer más trabajos bien hechos".
Me
reconecté en esos minutos con mis primeros años como empleada. Tenía 18 o 19 años. Amaba mi trabajo y procuraba hacerlo con
diligencia, buen espíritu y excelencia. Sin embargo, había ocasiones en que me
sentía sobregirada, con más tareas que tiempo para cumplirlas. En uno de esos
momentos, suena el teléfono y es mi superior inmediato solicitándome una tarea
adicional con carácter de urgencia.
--“No
hay problema señor, no se preocupe” respondí, y al cerrar el teléfono me desahogué,
diciendo en voz alta, “ Uff, ¿es que aquí no se saben ningún otro nombre además
del mío?”
Mi
compañera de oficina, más sabia y madura que yo, hizo de inmediato un comentario que hasta el
día de hoy es para mí una lección aprendida:
--“Es
el precio de la utilidad, Georgina; Saben que pueden contar contigo, que les eres útil”.
Poco después
aprendí también que hay base bíblica sustenta este principio de la utilidad y que
incluso lo enlaza con recompensas.
Por ejemplo,
Jesús, en su ilustración de las recompensas que recibirán quienes le sirven eficazmente
multiplicando los talentos que les ha confiado, promete poner sobre mucho a
aquellos que han sido fieles en lo poco. [i]
Me
encanta como lo plantea el sabio Salomón cuando asegura que la persona diligente
en su trabajo estará delante de reyes.[ii] Es decir, ocupará
posiciones de liderazgo y relevancia.
Esa
diligencia aplica no solo en aspectos como ser puntuales, diligentes y
eficientes, sino también para el aspecto de mantenerse en proceso continuo de aprendizaje,
desarrollando las capacidades. Pero sobre todo, aplica en términos de modelar un
liderazgo servicial, dejando a un lado las quejas y excusas, y poner manos a la
obra con una actitud adecuada.
Hago la salvedad, que esto no implica echarse
encima todos los encargos de todo el mundo ni asumir más compromisos de los razonables.
He tenido en el camino que aprender a diferenciar estos esquemas. Jesús no le pidió
cuentas por cinco talentos al que solo le dio dos, pero le expresó el mismo
reconocimiento. Hay que encontrar el
punto de equilibrio porque el otro extremo puede ser también muy perjudicial,
cuando por no saber decir no, asumimos exceso de compromisos y eximimos a otros
de cumplir con sus roles y responsabilidades, solo para terminar nosotros explotados,
desgastados y con resultados mediocres.
Por
eso las organizaciones necesitan fomentar el trabajo en equipo, donde todos
estamos comprometidos con la tarea y todos somos responsables por el resultado.
Excelente articulo Georgina!!
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