Imagen por Robin Higgins / Pixabay
/ de uso libre
“Más personas mueren el lunes por la mañana a las 9 am
que en cualquier otro momento”. El dato es citado, resaltado y destacado en el
libro “The Energy Bus” (El Bus de la Energía, del autor Jon Gordon) el cual estoy leyendo esta semana. Los personajes de esta obra novelada de superación laboral
y personal comentan que mucha gente prefiere morir antes que regresar el lunes
al trabajo.
Otra publicación cita a la CDC de Estados Unidos, para
precisar qué día y por qué causas muere más gente en dicha nación. El lunes
tiene prevalencia en muertes por ataques cardiacos.
Las bromas que hacemos sobre como iniciamos el primer
día de trabajo de la semana, tan distintas a las caritas felices del viernes,
refleja un paradigma que se ha entretejido en la dinámica laboral.
Hemos satanizado el lunes, como si regresar al trabajo
fuera un acto adverso e indeseado. Sin
duda, si el lugar de trabajo tiene un clima tóxico y los empleados sienten
niveles insanos de ansiedad de solo pensar en su empleo, se puede validar esta
inferencia estadística.
La perspectiva cristiana del trabajo es distinta.
Trabajar es parte relevante del propósito y significado que Dios le imprime a
la existencia del ser humano. Dios trabaja, Jesús trabaja, sus seguidores
trabajan. Con el fruto del esfuerzo y de la diligencia, obtenemos los recursos
necesarios para el sustento personal, familiar y aportamos a la sociedad en conjunto.
En todo el libro de Proverbios hallamos inspiración y consejos
para fortalecer una actitud amigable hacia el trabajo. Lo mismo pasa con Eclesiastés,
donde Salomón profundiza en la búsqueda del sentido a toda esta vorágine de lucha
y afán laboral, como apreciamos en estos versos:
¿Qué provecho saca el trabajador de tanto trabajar? He visto todo el duro trabajo que Dios dio a
los seres humanos para mantenerlos ocupados… Aprendí que lo mejor que puede
hacer la gente es ser feliz y disfrutar mientras viva, pues Dios quiere que
todos coman, beban y disfruten de su trabajo. La vida es un don de Dios.[1]
La ecuación no tiene que ser Trabajar o Morir. Hay que
esforzarse, y de ser posible, apasionado de lo que uno hace, aunque no siempre
tenemos el empleo deseado. Muchas veces hay
que lidiar con frustraciones implícitas en el entorno laboral. Esas variables no las podemos controlar. Pero hay opciones respecto a nuestra actitud
que podemos mejorar. La Biblia también dice:
“Cuando hagan cualquier trabajo, háganlo de todo corazón, como si estuvieran
trabajando para el Señor y no para los seres humanos.”[2]
Podemos, y nos conviene, renovar nuestro ánimo y sentido
de dirección respecto al trabajo y así iniciar y concluir el lunes y cada día
de trabajo con un buen espíritu.
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