“…Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” Hebreos 12: 1.
¡Corre,
corre, tan rápido como puedas! No me puedes alcanzar. ¡Soy el hombre de jengibre!
Este cuento infantil que siempre me ha hecho mucha gracia.
En las películas es muy típico que veamos escenas de persecución en las que alguien corre por miedo al peligro, intentando escapar de algo o de alguien. Otros corren para atrapar al que huye, usualmente sospechoso de algún delito. En el deporte, nos entusiasman las competencias en que los atletas corren en una pista rodeados de una gran cantidad de espectadores que aclaman a sus favoritos para incentivar su impulso. Los primeros en llegar a la meta saborean gloria, regocijo y premios.
En las
Sagradas Escrituras, correr es una ilustración, utilizada por más de un escritor
como figura del avance de los creyentes en el camino de la fe. El autor de
Hebreos usa la figura de una carrera
luego de resumir lo que muchos hombres y mujeres lograron en tiempos antiguos
por medio de la fe en el Dios verdadero. En esas personas tenemos una numerosa
cantidad de ejemplos. Esto implica que nosotros
también podemos ir adelante por la fe. El propio Señor Jesucristo es
nuestro supremo ejemplo y a la vez nuestra gloriosa meta. Es una invitación a
considerar que la vida cristiana es una carrera de fe, que se corre con
paciencia. No es una competencia, todos estamos llamados a alcanzar la meta y
lo que Pablo llama “el premio del supremo llamamiento de Dios”.
Nosotros
también podemos vivir más con sentido de trascendencia, sabiendo que todo lo adverso
que podamos sufrir en esta vida será superado por un final gozoso y glorioso.
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