Educación financiera, es un concepto que alude a la capacitación que requiere todo ciudadano común para administrar los recursos disponibles a su alcance. El tema de la pobreza galopante, las crisis macroeconómicas agravadas por conflictos bélicos y desastres naturales, hacen que cada vez sea mayor el reto de vivir y sobrevivir en un planeta con recursos limitados.
Pero la experiencia nos ha demostrado también que el ser humano tiende a desperdiciar y derrochar cuando se ve bendecido por la abundancia, a la vez que, aunque pobre, usualmente vive por encima de su poder adquisitivo, influenciado por una sociedad de consumo que crea necesidades ficticias cada vez más costosas. La sociedad actual vive del crédito, se mueve por el crédito y es muy poco dada al ahorro.
Las instituciones microfinancieras sin fines de lucro que tienen programas de apoyo a los sectores más pobres y vulnerables en muchos países del mundo, han establecido el crédito como un mecanismo de financiar el desarrollo sostenible de las personas, acompañándolas en un proceso de empoderamiento que les permita lograr una vida más digna. Y en conversaciones con personas del sector, siempre escucho de la necesidad inherente de proveer, junto con el crédito, educación financiera pertinente, de modo que las personas sean realmente capaces, no solo de hacer uso adecuado de los recursos prestados, sino de multiplicarlos, pagar sus compromisos y ahorrar.
Dicha educación financiera también contribuiría a emular la historia Bíblica de José y el Sueño del Faraón Egipcio: que los tiempos de bonanza sirvan para mitigar los días difíciles que muchos pronostican al ver las nubes grises de un panorama económico incierto.
Pero la experiencia nos ha demostrado también que el ser humano tiende a desperdiciar y derrochar cuando se ve bendecido por la abundancia, a la vez que, aunque pobre, usualmente vive por encima de su poder adquisitivo, influenciado por una sociedad de consumo que crea necesidades ficticias cada vez más costosas. La sociedad actual vive del crédito, se mueve por el crédito y es muy poco dada al ahorro.
Las instituciones microfinancieras sin fines de lucro que tienen programas de apoyo a los sectores más pobres y vulnerables en muchos países del mundo, han establecido el crédito como un mecanismo de financiar el desarrollo sostenible de las personas, acompañándolas en un proceso de empoderamiento que les permita lograr una vida más digna. Y en conversaciones con personas del sector, siempre escucho de la necesidad inherente de proveer, junto con el crédito, educación financiera pertinente, de modo que las personas sean realmente capaces, no solo de hacer uso adecuado de los recursos prestados, sino de multiplicarlos, pagar sus compromisos y ahorrar.
Dicha educación financiera también contribuiría a emular la historia Bíblica de José y el Sueño del Faraón Egipcio: que los tiempos de bonanza sirvan para mitigar los días difíciles que muchos pronostican al ver las nubes grises de un panorama económico incierto.
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